como dos pesas colgando por dentro

Como dos pesas colgando por dentro
ningún pecado va a ninguna parte solo
ni tira hacia ningún lugar
sin que lo acompañe otro
que se conforme únicamente con mirar.
Mi corazón es como el mecanismo de un reloj,
repite insaciable con sus huesudos nudillos
su toque de atención buscando de puerta en puerta
hasta que una se abra de par en par
y reciba la cómplice invitación
para que mis manos de trilero,
las de mis verdaderas intenciones,
encuentren esos pechos sobre los que posarse,
para que mi cuerpo, estirado como el de un león,
admire el centro del mundo
y contemplen nuestros ojos
lo que otros ojos humanos vieron jamás;
por ejemplo, al arca de Noe
hundirse en mitad del océano
de nuestra ansiedad conjugada en deseo.
Me pregunto a quien corresponderá tanto celo
que como estado de gracia
puso el cianuro de tus besos de tu boca en la mía.
Si a ti se te ocurre un motivo para no volverlo a hacer
como dedos también tengo razones para repetir
que te ofrezco confiando en que alguna se adapte
como un anillo con un grueso diamante a tu conciencia,
para que deslumbrada lo mires lucir en tu mano
y en tu mirada brille la satisfacción
de haber vendido solo de ti una parcela
-sombría dignidad que te arropa en tu desnudez-
cuando tu alma permanece aun tan intacta
a pesar de mis canallas promesas de hacerte eternamente feliz,
mientras aprovecha mi mano, la de trilero de los sentidos,
a hacer nuevamente una descubierta bajo tu falda,
donde nace el tono claro oscuro de tu risa,
para que grabes una muesca más
en mi cínica nariz de Pinocho.