Cómo llegué a renunciar.

Mi profesión me ha brindado la oportunidad de involucrarme en varios aspectos de negocios; desde tecnología avanzada a estrategias comerciales, administración y liderazgo, importaciones y costeos. Me preparó en ciencias técnicas y humanistas. Me preparó para viajar solo a otros países y manejar proyectos, e incluso como podía enlazarme remotamente con las oficinas, los proveedores y clientes... pero jamás me preparó para que en mitad de un viaje semanal reciba la noticia de que mi hija menor empezó a sufrir fiebre.
Ni tampoco me preparó sobre como cambiar un tiquete aéreo, o como dejar de ver el reloj a cada instante.
Ni mucho menos me preparó para que una vez abandoné el aeropuerto busque en la oscuridad del taxi nocturno las llaves de casa.
Fueron tan irresponsablemente ineficientes en mi entrenamiento. Jamás les perdoné que no me hayan preparado para ver, en cuanto abrí la puerta... a mi hija de pie en media sala esperándome con los brazos abiertos... aún con fiebre.
Renuncié al día siguiente.

 

Valieron la pena los sacrificios y he ahí, el valor de la renuncia. El encuentro no tiene precio. Saludos cordiales.

 

Hay cosas para las que difícilmente ninguna empresa nos pueda preparar. Si no conseguimos dilucidar las verdaderas prioridades no habremos aprendido nada de nada en la vida. Buen micro, Dragón. Un abrazo.

 

Buen micro, pero lo de renunciar no lo entiendo, aunque lo entiendo literariamente, ya lo creo. Felicitaciones.
Juan.

 

Bello escrito emocional, pero sin currelo tampoco abría vivienda a la que volver, ni nevera que llenar, un fuerte abrazo.

 

Entrañable relato. No nos preparan para lo más importante.

Salud y ventura.