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Con los ojos cerrados

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Asklepios, 11 de Julio de 2020. Respuestas: 1 | Visitas: 403

  1. Asklepios

    Asklepios Digamos que a tientas

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    Con los ojos cerrados mirando a ninguna parte empezó a invitar a ese balcón, prólogo y antesala del palacio que solían ocupar sus pensamientos, a los restos de su último verano. Los primeros en llegar fueron retazos de los últimos días: el frescor de las orillas del río, las sonrisas averiadas al principio de las siestas, el esqueleto tibio de las nubes descosiéndose lento hasta quedarse sin esa audacia de sus primitivos aromas…

    Durante los primeros minutos tuvo la sensación de que éstos pasaban demasiado lentos. No era así para nada. Lo que sí sucedió es que los invitados tardaron algo más de lo esperado en decidirse a pasar por allí a causa del excesivo calor. La ardiente y terca disciplina solar que se desplegó sin aviso desde primera hora, hizo que la gran mayoría retrasara su aparición hasta el fin del atardecer e inicios del crepúsculo.

    No quiso sentirse afectado por circunstancia tan insignificante y, con la mayor naturalidad regresó al inicial mirar a ninguna parte que, siendo meticulosos, siendo tiquismiquis, no dejó abandonado en ningún momento.

    Repentinamente, surgió en su mente la imagen de la Luna sin pasar previamente por ese balcón, esa antesala referida líneas atrás. Aun dándose cuenta de este detalle, optó por darse esta licencia como contraprestación al excesivo calor desplegado por el Sol aquella tarde, continuar y ver qué podría llegar a pasar tras tan inesperada decisión.

    Rápidamente, nada más representada la primera imagen lunar en el palacio pensante,-una Luna llena espectacular-, ésta se multiplicó dando lugar a la aparición de numerosas lunas cada cual en un estado diferente. En la primera de las imágenes se podía ver la Luna confidente; en otra la Luna responsable; en la tercera la Luna traidora; en la siguiente, la Luna temblorosa… la Luna guía; la Luna ausente…

    Ante relación tan innovadora y totalmente desconocida, me vi en la obligación de pedir una aclaración al respecto. Que desarrollara en lo posible el valor, el significado de tan peculiares imágenes. Afortunadamente, -y sin que ello incomodara o importunara en absoluto su atención debida a sus invitados-, accedió con gusto a saciar mi curiosidad.

    Sin perder tiempo, tras fijar su mirada,- mirada suave, larga, acogedora, la suya-, en la mía, dijo: “En primer lugar, es mi obligación advertirte que, aunque jamás dejaré de dar respuesta a todas y cada una de tus inquietudes, nunca podrás llegar a entender completa y adecuadamente aquello que deseas comprender. Quizás llegues a ser capaz de entender parcialidades pero jamás la totalidad de aquello que con tu curiosidad demandas.” En aquellas sinceras palabras dejaba muy clara su total colaboración. Por desgracia, también dejaba claro que, por mucho que quisiera, no estaba a mi alcance, ni de lejos, el poder ni si quiera imaginar cuestionarme ciertas cosas. Simplemente por lo inútil que en sí sería el preguntarlo.

    Tras un breve y muy aclaratorio silencio, continuó:

    “La Luna. De la Luna sabes, imagino, sus cuatro fases básicas: Luna llena, cuarto menguante, cuarto creciente y Luna nueva.” Hizo una brevísima pausa. Suficiente para cambiar su tono de voz hacia matices de superioridad sana y jocosa. “Bien, pues que sepas que, en realidad son ocho. Mejor dicho, nueve. A saber. Por un lado: Luna llena, luna gibada creciente, cuarto creciente, luna nueva visible, luna nueva, luna menguante, cuarto menguante y luna gibada menguante. Y por otro… -aquí a duras penas pudo aguantarse la risa y entre ridículos y agudos ji, ji, ji, terminó diciendo-… y por otro, la luna de los autos a motor. Ji,ji”

    Sin apenas darme tiempo a reaccionar por lo ridículo y tonto de la broma, continuó:

    “Pero vayamos a lo que realmente importa. Quizás es que no te hayas parado a pensar lo suficiente. Lo digo porque estoy seguro de que sabes de algunas lunas más. Sin ir más lejos, existen lunas muy, muy importantes a las que se suele agrupar bajo la denominación de “lunas poéticas”. Las más habituales te sonarán o debieran sonarte: la luna plateada, la luna temblorosa, la luna confidente… Hay muchas más pero como ejemplo, son suficientes.

    Otro grupo estaría compuesto por las lunas referidas como “lunas filosóficas y mitológicas”. Es fácil imaginar el porqué del nombre. En este grupo se trata de El papel de la Luna en el desarrollo de las mitologías. Básicamente, el papel de la Luna fue muy similar en casi la práctica totalidad de las culturas presentes a lo largo de la historia de la humanidad, lo que no quita que existan, aparte del natural paralelismo entre nombres y simbologías, curiosas excepciones que, de tener tiempo y oportunidad, podamos desarrollar más adelante. Lo mismo cabe decir en lo tocante al tratamiento y desarrollo de las diferentes escuelas filosóficas respecto al papel, la simbología y la importancia de la Luna.

    Pero vayamos por partes. Hay que empezar o por el principio, o por lo más sencillo y, curiosamente, el principio y la sencillez son uno, son lo mismo en el caso que nos ocupa. No cabe la menor duda que todo comenzó antes de la aparición de los primeros registros existentes en relación a los viajes a la Luna, pero desgraciadamente, no queda más remedio que aceptar la seguridad y fiabilidad de dichos documentos como el buen principio. De algún “lugar” hay que partir, ¿o no?”

    Estas últimas palabras las acompañó con un gesto de invitación a acercarme lo más posible a su balcón, a su antesala del pensamiento. Acepté su gesto y, tras acomodarme, en su mirada advertí su intención de proseguir con la narración.

    “Pongamos que todo comenzó, según parece a tenor de los documentos conservados, con el primer viaje a la Luna allá por los siglos II-III d C. Este viaje, se cuenta que se realizó en un barco que hasta allí fue empujado por terribles vientos. Poco más se sabe. Se desconoce si los tripulantes pudieron regresar o si, simplemente, no quisieron volver.

    Fue muchos siglos después Dante, el siguiente viajero. En su “Divina comedia” opta por volar para llegar al destino del que Beatriz intenta explicar sus manchas. Yo, sinceramente, esperaba algo más por parte de Dante pero…así son las cosas.

    Tiempo más tarde Ariosto se animó a tomar el carro de fuego del profeta Elías como medio de transporte para llegar al astro lunar. La finalidad del viaje fue recuperar en la Luna la cordura de Orlando que éste perdió por motivos de amor… Para no aburrirte, ya que la cantidad de ejemplos sé que pueden llegar a aburrir a cualquiera, te apuntaré unos cuantos más, pero que resaltan por tener como nota diferenciadora su aire científico o, cuando menos seudocientífico en base a dos campos básicos. A saber: el campo mera y puramente de la investigación y el campo literario. Ambos aspectos, no ha sido nada raro que se interrelacionaran en numerosas ocasiones. Así, son conocidos, por ejemplo, el caso de Copérnico y su lucha contra los dogmas religiosos y aristotélicos contra los que utiliza como herramienta, entre otras, la ficción literaria; o el caso de Kepler que llega a describir a los habitantes de la Luna; o el de Francis Godwin con su exposición picaresca; el caso de John Wilkis, o el de Savinien y su Cyrano de Beryerac… hasta llegar a Julio Verner que nunca consiguió pisar el atrayente, llamativo y enigmático satélite.

    Lo que es innegable es que la Luna está sujeta al capricho de los adjetivos de los que, según el caso, se deja ser acompañada. También es innegable que, con el paso de los siglos, la importancia y el peso del racionalismo y la ciencia respecto a nuestra visión de, y en relación con la Luna, no han dejado de aumentar y consolidarse. –Y no sólo con la Luna-. Eso sí, en ningún caso, esto ha sido impedimento para que la imaginación y la ficción se hayan desarrollado con y por una mutua y paralela “colaboración”, por así decirlo, que hasta ahora deja abierta y a disposición de todo aquel que quiera, la maravillosa posibilidad de adentrarse en ese mundo “mágico” que es, en definitiva, la BÚSQUEDA con mayúsculas que el hombre jamás podrá dejar de realizar.

    A estas alturas, y por mucho que he intentado recordar, apenas queda en mi mente algo más de aquella, para mí, “irrecuperable audiencia”, que mi yo interior accedió a concederme. Suceder como éste no es que sea algo que experimente muy a menudo más lo cierto es que todos, hasta ahora, siempre han acabado así. Dejándome siempre, con ganas de más. De mucho, mucho más…
     
    #1
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  2. Guadalupe Cisneros-Villa

    Guadalupe Cisneros-Villa Dallas, Texas y Monterrey NL México

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    Tengo la dicha de tener una copía de la obra que menciona.

    Ha sido un placer leere,

    Abrazos sin sombras,
     
    #2

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