Condena

Condena

Pasos eternos,
caminos sin luz,
Llevaron a mi voz desnuda, a mis ojos vendados,
Al calabozo del hombre y la duda eterna.

Una condena perfecta, por la que no sufro y espero.
Apreciando el veneno, el horror y el lamento,
en este día de lluvia,
solo,
en un momento.

El agua escurre bajo mis pies, la sal, el viento,
Mis cabellos danzan, mi cuerpo busca un pretexto,
Escapar, llorar, quizás dormir, intentar volver a vivir.

Mis pies reclaman, el frio es intenso.
La prisión se encoje; el tiempo fluye, pero no lo siento.
Las voces cobran sentido, el pasado susurra,
melodías en el viento, esperando respuesta,
Pero mi voz muere, decae, renuncia a mi ser,
negando la esperanza, acercándome al ocaso,
quizás al apacible descanso.

Mis ojos lloran, clamando por piedad, le ruegan a la vida:
¡Por favor, dadme una oportunidad!
De mirar el cielo, contemplar los mares,
sentir la calma, llorar por felicidad.

La vida, dolida y arrepentida, escucha a mis ojos llorar,
pero ya es tarde, no existe respuesta.
El hombre en mí renunció a esta paz, al amor y al dolor.

Abandonó la esperanza;
aquel motor del que sabe vivir,
Abandonó la ilusión;
herramienta del amor,
Abandonó la gloria, el odio y el placer.

El hombre ahora camina solo, sin alma y sin razón,
Solo, en ésta prisión, cumpliendo su sentencia,
castigo justo, existir por siempre, pena del traidor,
El que engañó a la vida y al amor,
por no más que un sencillo silencio y temor.