Conjuro epistolar

Madame Francine:

Me complace enormemente llegar hasta usted a través de este tan desvergonzado medio.

Sepa, amada mía, que esta misiva ha debido sortear toda clase de escollos para acabar finalmente entre sus delicadas manos. El último de ellos fue el de duplicar los sellos y el remitente de su distinguida amiga, mme Mimieu.

Tanto esfuerzo y dedicado propósito ha de ser recompensado en el momento justo en que sus ojos inicien su largo y tortuoso recorrido por entre estas desdichadas líneas que hoy se cuadran delante suyo.

Abandone usted la idea que esbozó en nuestro anterior encuentro. Le conmino a que indague lo que acontece en su interior, toda vez que, fehacientemente, constare que mis pensamientos se nutren de su imagen.

Entiendo que le resulte tarea ardua el aceptarme como primera opción, máxime, sin ser con anterioridad candidato ni aspirante a sus tiernos y bien comedidos amparos.

Sir Charles, reúne todos los requisitos para ser el hombre que usted merece, salvo por el detalle puntual de que él no soy yo, y, por lo tanto, no sabe jugar sucio para alcanzar un objetivo, ni tampoco sabe salirse del protocolo flemático y compungido, mismo que ha sido su guía y medio por el cual ha sido, indefectiblemente, inducido a seguir reglas centenarias, todas y cada una condenadas a su extinción. Lo anteriormente expuesto a la larga, estimo, acabará por inclinar la balanza, y su preferencia, a mi favor.

Facilítese la tarea de aceptarme como el canalla que usted necesita en su falsamente plena y dichosa vida. Ese truhán por el cual no debe depositar una mísera onza de confianza. Aquel que siempre hallará un medio propicio para perturbar su solemne paz.

Teniendo como premisas su irrestricta fe y honor, de los que tan distinguidamente hace usted gala, no me mueve ninguna otra intención más que la de confrontar y tentar a cada uno de sus principios y valores que se encuentran en clara oposición a mis fervientes deseos.

Existe un vínculo que usted jamás pudo ignorar y que ahora la mantienen ligada a mí .Hágase cargo de él, aceptándome hasta el día en que deje caer sus defensas y se entregue a mí en cuerpo y alma.

Por lo pronto, favorézcame con una respuesta. Estoy francamente preparado para que ésta sea de cualquier índole, misma que deberá remitir en un sobre a su supuesto lugar de origen.

Deje todo lo demás en mis manos.

 

Acertaste. Mensajes como éste no son para tomárselos muy en serio. Un abrazo, nudo.