Corazón acongojado

Admiro al que no he sido, envidio al que nunca seré.
Desvarío de mi razón, que la noche acoge con timidez, no queriendo interrumpir el sentir de un corazón acongojado en su viudez.
¡Tú soledad!, que eres mi consejera y amiga más fiel; tú que me acoges amorosamente, cual madre a su hijo; tú que me acaricias y me recibes en tus brazos con candidez, dime: ¿es menester de mi existencia sentir la tristeza, cuando es la alegría la poseedora de los frutos de la dicha?. ¿Es el destino de este corazón beber sólo del pozo de la desdicha sin atreverse a probar del manantial que la razón cuida con recelo?.
¿Por qué guardas silencio amada mía?...
¿Es acaso el sello en tus labios, el consejo a esta alma inquieta?...
Ven a mi hermana y atiende mis súplicas; abrázame y cobíjame, pues, sólo en tu regazo alcanzo la paz.