Corazón suicida.

Te vi aunque bien sabia,
no podía ser real,
y llego la luz del día,
obligándome a despertar.

Estabas bella plena,
mas radiante que nunca,
quise no te me fueras,
y del gozo pase a la angustia.

No supe que decir,
para hacer te quedaras,
me sentí tan infantil,
sin encontrar las palabras.

La mente toma algunas notas,
pero el corazón insiste impulsivo,
aparentar por fuera duro como roca,
y por dentro tan frágil como un niño.

Así como es el mar,
persuasivo y misterioso,
de igual forma se da,
la química entre nosotros.

Y podrían pasar cien años,
aprendemos de alguna herida,
quizás en algo maduramos,
pero el corazón sigue suicida.

 

Permíteme que te gaste una broma, de las mías:


Te vi aunque bien sabia, y conocedora de mis apuntes.
No podía ser real, en el aula universitaria.
Y llegó la luz del día, y yo seguía sin depilarme el entrecejo: Cejijunto.
Obligándome a despertar. Amazona o Walkyria de Wagner.

Estabas bella plena, con tus pechos despampanantes.
Más radiante que nunca, muchacha de las bragas de oro.
Quise no te me fueras, adentro del baúl de los Recuerdos. Porque te añoro.
Y del gozo pasé a la angustia. Te escabulliste. Derrapaste con la moto de alta cilindrada.

No supe qué decir, ante el catedrático de Filosofía del Derecho.
Para hacer que te quedaras, embarazada, encinta, preñada.
Me sentí tan infantil, porque al saltar, no tocaba el techo.
Sin encontrar las palabras. ¿ Soltera, o casada ?

La mente toma algunas notas, mientras que el Universo explota.
Pero el corazón insiste impulsivo, al escribirte esta epístola o misiva.
Aparentar por fuera duro como roca, y yo no soy esquimal que come focas.
Y por dentro tan frágil como un niño. Tú eres un mamífero marino.

Así como es el mar, con sus ballenas y rorcuales.
Persuasivo y misterioso, con escualos de grandes mandíbulas...
De igual forma se da, libélula de mi vida. Luciérnaga gaznápira...
La química entre nosotros. Como yegua con su potro.

Y podrían pasar cien años, dentro de mi mano cerrada, o puño.
Aprendemos de alguna herida, mientras crepitan entre las llamas, los leños.
Quizás en algo maduramos, mi vida. No frunzas el ceño.
Pero el corazón sigue suicida. Y tiene nariz aguileña.