Cosas que pasan

Somos testigos indefensos perdidos entre los vientos de las sombras desordenadas. Somos muchedumbre en delirio que, entre pequeños festivales de silencios, contamos los últimos adioses y, son sencillo sustento, intentamos cruzar el mar. Detrás de él aprenderemos a escuchar otros otoños. En nuestro viaje, -hacemos siempre la travesía de noche-, aprendimos que existe, dentro de la noche, un lugar secreto ya sin luz donde todos podemos realizar,-todo aquel que lo desee, nada es obligatorio-, el recorrido más íntimo y personal que siempre sospechamos, acabaremos por olvidar.

Aquellos afortunados que logren disfrutar de tan peculiar suceso, podrán presenciarse a sí mismos en un muy breve paradójico e irrepetible desencuentro personal provocado por la inmensa simultaneidad de realidades que gustan aparecer de forma repentina para ofrecer su compañía en circunstancia tan excepcional para nosotros que saben de sobra es imposible comprendamos dado nuestro humano y mortal intelecto. Nuestra memoria respirará, -una vez más-, vulnerable ante la colosal marea de recuerdos que, como mucho, se atreverán a esperar a las puertas de nuestra inteligencia como susurros deseosos de ser expresados.

Lo más normal es que la gran mayoría llevemos luto por nuestros propios olvidos. Es luto que lleva el perdón como nombre. Es perdón invisible, en constante monólogo con el silencio y, en mi caso, -sólo puedo hablar por mi-, desde la noche en la que permití concederme el perdón, no he dejado de saber que todas las noches son mis confidentes. Tallan en mi las horas necesarias para el olvido, las horas imprescindibles para el descanso y el suficiente desasosiego con el que poder iniciar cada día

 

un gusto leerte.
saludos.