Cosmos

Dejadme que prefiera
antes que arrastrar
la negra sombra de la cruz,
alzar la espiga que celebra
el dorado trabajo,
que yo no vivo la ceguera
postrada en espera de la muerte,
sino cantando lo que a mi nariz,
mi boca, mis oídos, mis ojos,
mi piel entera exalta,
embriagando, saciando, ensordeciendo,
deslumbrándome y abarcándome por completo.
Un cosmos que mido y que me mide
y donde la negrura es sólo
la oscura caricia de la noche.

La dorada espiga blando
por encima de mi cabeza
exudando el gozoso sudor
y, libre, grito, maravillado, aúllo,
y no me rindo en las hileras sombrías
de los renunciantes de si mismos,
de las grises sombras que
rechinando dientes transcurren.
Alzo mi esfuerzo y no tiembla mi voz
ni calla, puedo medir
este cosmos que me mide
y, por encima de todo,
exultando, gozoso, cantante,
¡soy dueño de mi mismo!

-J.M. Paramos Veiga.