Covid, lejía con agua y herencia

La abuela dijo, tranquilamente, que quería morir;
y se murió la jodida estando bien de salud.

Dejó en herencia cientos de miles de euros,
lo que ha sobrado de pagar un año de caro geriátrico.
El hijo ahora vive cuando antes no llegaba ni a medio mes.

Valga la comida de Navidad como encuentro vacuna-antivacuna.
Bebe agua con gotas de lejía, el hijo.
¡Qué huevos tiene el hijo!, creen algunos. ¡Qué listo!

Yo no dije nada, allá él. Tampoco cuando el nieto entró
al acabar la comida para recoger el regalo
del puto Santa Claus ese. Venía con fiebre,
38,5, o algo así, ¡qué más da!
200 euros de regalo. Creo que quería más.

Venía con ojeras. De Covid, estoy harto de verlas.
Venía con dolor de garganta, con tos... ya saben.

Yo salía al balcón y allí me hinchaba a fumar.
Aunque tampoco hice mucho por escapar del virus.
No sé si lo he pillado. Hay prudencia, no miedo,
O quizá fueran las botellas de vino, el orujo,
el cava y el güisqui... No sé.

Y tampoco sé si lo ha pillado el heredero,
ni sé si la hija del heredero, nieta de la difunta,
invitó al infectado para que infectara a su padre,
para que muriera este y heredar directamente de la abuela.

No te lo gastes todo, compra un piso cerca de mí,
le decía a su padre en la comida
del puto Santa Claus, ese que inventó la Coca-Cola.

Yo no quiero vivir mucho y mal,
sino de puta madre
el tiempo que sea, decía el heredero.

Como la abuela que se quiso morir,
pensé. Pero no sé si este morirá cuando quiera él
o quiera la hija, la misma que trabaja en un banco.

Mal asunto, pensé.
Espero que la lejía diluida en agua le sirva
para disfrutar la herencia
el tiempo necesario.









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Una consecuencia ciertamente interesante del virus. Y es que como se suele decir, no hay mal que por bien no venga, sobre todo para algunos.
Buen trabajo, Vicente. Me gustó. Mis felicitaciones y abrazo, colega.

 

Gracias, Luis. Esta historia, como casi toda la que escribo, es cierta. Si uno "abre los ojos" no le hace falta inventar.

Salud y birra.