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Craneo y cuchillos.

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0, 5 de Noviembre de 2016. Respuestas: 2 | Visitas: 543

  1. p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0

    p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0 Poeta recién llegado

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    Deslizar el borde afilado de mi escalpelo por entre el cuero cabelludo de otro suicida. Un día más de trabajo. Quizá pueda terminar a éste a tiempo antes de que el café se quede con ese sabor rancio y desgastado. Al menos éste tuvo el buen gusto de matarse sin despedazarse tanto. Píldoras. Típico. ¿Cuántos han llegado este mes? Estuvo aquella señora con los antidepresivos, la muchachita que agonizó por más de una semana con una sobredosis de aspirina y aquel travestido que trató con glóbulos homeopáticos y terminó atragantado, ¡Qué ironía!

    Pero todos esos son mejores que los que se tienen saña. Los que llegan rotos de cada hueso porque se tiraron de un tercer, cuarto, quinto o cualquier piso y consiguieron no quedarse paralíticos. Los que, sin decir cómo, se consiguieron una pistola y se volaron los sesos ¡Ah, eso tiene tanto de clásico y romántico! No para mí, claro, eso de limpiar los fragmentos de tejido y las astillas de hueso no tiene nada de romántico. Me toma más tiempo, hay que dejarlos presentables además. Que de eso también se encargan otros, pero el trabajo ya lo empiezo a hacer yo. Y, claro, en eso no piensan cuando toman la maldita pistola y se la ponen en la sien. No, claro que no, no piensan en lo que le van a dejar al forense. Malditos egoístas, se creen que matándose se libran de todo esto.

    Uy, pero eso ya es un tema bastante aparte porque… ¿Y si sí se libran de todo esto? La idea me ha pasado por la cabeza. ¿Qué tal que toda esta vida es un desafío para ver quién tiene las agallas de matarse? ¿Qué hay si allá, del otro lado de la muerte, nos esperan los suicidas luminosos, aguardando a aquellos que tuvieron el valor de arrancarse la miseria de encima de un golpe (o varios, según el caso)?

    A la romana. Creo que así lo haría si lo hiciera. Un corte profundo a lo largo de las muñecas, una tina de agua caliente y a esperar el plácido sueño dejando que el corazón solito me vaya descosiendo la vida latido a latido. Suavecito. Quizá incluso me daría tiempo de pensar en la vida que estoy dejando atrás. Incluso jugar a arrepentirme sin arrepentirme.

    Pero no, no lo hago. ¿No me atrevo? ¿O acaso espero a que, de verdad, haya algo que haga valer la pena a todo esto? Digo, porque no siempre son suicidas. Los de muerte natural, que se mueren en hospitales o clínicas, los que se terminan muriendo en sus camas, esos son lo mismo que estos suicidas discretos de pastillas. Algunos todavía hediendo a agonía, a desesperanza. Otros con cierto tufillo a satisfacción de no haber sufrido ni tantito. Quizá por una muerte así de callada es que sigo de 9 a 8, matando el tiempo entre uno y otro con la baraja que juegan los asistentes o la televisión en blanco y negro de las secretarias, y cuando llega uno nuevo, empezar todo otra vez, drenando, cortando, serrando, hurgando. Esperando a que cuando me llegue a mí, sea con suavidad, que me deje con ese tufillo satisfactorio y me quite de encima esta peste a formol que cargo a todas partes.

    Luego están los accidentados y ahí ya la náusea no me llega. Ya no. ¿Me llegó alguna vez? Trocitos aquí, piel ajada o amoratada o ennegrecida o hasta inexistente. Músculos rotos, ya no tanta sangre de los que la escurrieron toda en el asfalto, esperando la ambulancia. Esa muerte sí que no, que al menos así no sea. También por eso luego el suicidio se antoja, porque es como decir que uno controla las cosas y, al menos, no resulta tan impúdicamente desnudado.

    Todos, muerte a muerte, según sea su caso, todos me van llegando y los recibo igual. ¿Cómo será a quien le toque? ¿Me reconocerá como un hermano de oficio, un agremiado más del sindicato? Nah, lo más probable es que también espere terminarme pronto para trabajar en el que sigue, porque habrá alguien que me siga y alguien que siga a quien me siga y así. Espero que no le toque antes de la hora del almuerzo, porque es cuando menos esfuerzo ponemos, el hambre y la prisa de que «ya carajo, ya me cansé» y entonces todo se queda malhecho o semihecho o deshecho.

    Como este de aquí, a quien la verdad ya no tengo ganas de hacerle más y todavía me falta… Bah, como sea, lo termino cuando regrese, el café se me va a poner amargo y además, no creo que a él le importe.

    Dedicado a Skull with Knives, pintura al óleo y acrílico de Damien Hirst.
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    #1
    Última modificación: 5 de Noviembre de 2016
    A homo-adictus y Miguel Font les gusta esto.
  2. Miguel Font

    Miguel Font Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Una profesión un tanto inquietante pero, por lo que leo, nada aburrida...Muy buen escrito !! Un abrazo, compañero de letras.
     
    #2
  3. p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0

    p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0 Poeta recién llegado

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    Inquietante en verdad, amigo Miguel Font, y la supongo llena de reflexiones. Debo admitir que no solamente me inspiré en la pintura de Hirst, también tuve oportunidad de ver con detenimiento el documental The Act of Seeing With One's Own Eyes de Stan Brakhage para contemplar una autopsia en todo su detalle y fue lo que me llenó de esa cierta indiferencia por el cuerpo humano, para poder escribir lo compartido. Gracias, nuevamente, por la participación. Un abrazo.
     
    #3

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