CrÁpula

Por la mañana recordaba rumorosamente
cómo la noche anterior pasó a mi vida.
La pasión se derramaba de la copa
a medida que la cerveza actuaba
cegando con su espuma fría y densa
los colectores de mis sentidos y mi alma
hasta impedir el paso de oxígeno,
vivificante como tus besos.
La noche reaparecía en mi mente,
haciendo que las luces del local
rotas por el silencio y la calma
volvieran a refulgir presa de la locura,
acicatadas por el acerado estoque del dolor,
haciéndose patentes como vidrios rotos
que evidencian la colisión de hace horas
en aquella esquina entre el olvido y el recuerdo.
Las carencias de mi arte no quedaron ocultas,
experimentando vergüenza al mirar,
con los ojos presa del deseo carnal
y cansados de sexo del tres al cuarto,
atisbando siempre la desesperanza
de ver cerrada la puerta al salitre de mi nombre,
herrumbroso por el desuso y el olvido
para entrar en otra casa, en otra alcoba.
La camaleónica estructura ósea de sátira ancianidad
conviviendo en simbiosis con la piel del fétido bebé
de pañales talentosamente embadurnados
y tétricamente subyugado por la estupidez,
que hace las veces de rododendro en la puerta
salvaje y voraz, sin esperanza de traslado,
y con la piel ajada por la estulticia,
enmarañada por mi propia prosapia
casi nula en su inicio y tendente a cero al final.
Infinitamente cae mi alma en picado, silente,
inmersa en el rito final y amniótico de la vida,
sin sentir, en mi fuero interno, amor
sino sólo el cariño de quien alimenta
como a los monos del zoo, prisioneros,
su alma con cacahuetes manidos, si no podridos.
Vida abierta al conocimiento de otras
pero en peligro de desintegración
por la presencia de la eterna decepción
que la exclusividad del básico gremial
refleja en todos los espejos de alma.

 

A veces nos encerramos en pensamiento y en toda actividad sin dejarnos de pleno el gozar.
Gusto pasar por aqui.
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