Crudeza (a Athos)

¡La muerte miserable y criminal!

Aquellos tarambanas de estudiantes,
alegres, descarados y elegantes,
que fueron a encontrarse en un mesón.
Después de tantos años separados,
la suerte los quería ver dotados
de sana y melancólica reunión.

Apenas cuatro lustros juveniles
pletóricos de prácticas gentiles,
de estudios, de parrandas y de amor.
Intensas aventuras y flirteos,
muchachas complacientes y deseos.
¡Amando se saciaba el pundonor!

Los años nos separan sin piedad,
mas nunca se oscurece la amistad
que sigue perdurando en el silencio,
pendiente de un sonido que la avive,
pendiente de un clamor que la cautive.
¡Vacía es la respuesta que presencio!

Azar, que te mostraste generoso,
juntaste a dos amigos, caprichoso,
la noche de los Santos Inocentes.
¿Habrá sorpresa más inesperada?
¡Sorpresa de amistades sublimada!
¿Acaso estamos todos ya presentes?

Y el humo del local nos recibía
llorando con nostalgia y alegría.
Comimos y bebimos en exceso.
Las lágrimas hablaban de tristeza.
Pedimos otra ronda de cerveza,
Clamando del amigo su regreso.

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Lamentablemente es una historia real... Un abrazo, Vicente.

 

Jorge, no le des más vueltas... sigamos con el espíritu de EL Tamboura. A tenor del último comentario de un sujeto, sin duda, con complejos y atormentado, yo ya he hecho lo que creo que tenía que hacer. Abrazote, Athos.