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Cumple de 15

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por licprof, 23 de Mayo de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 271

  1. licprof

    licprof Poeta fiel al portal

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    31 de Marzo de 2020
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    Hombre
    La madre y la hija vinieron un sàbado a primera hora de la tarde, a aprender a bailar. La madre querìa que la hija de 12 años aprendiera a bailar tango para bailarle como regalo de cumpleaños de 15 a su hermana. Ello serìa en septiembre: estàbamos en marzo.
    Le enseñè a la hija y ya en la primera clase estaba bailando lo bàsico.
    En un momento de la clase, invitè a bailar a la madre. Cuando la tomè entre mis brazos, por el rabillo del ojo vi como me miraba de una forma muy especial y que yo, por experiencia con otras mujeres, ya conocìa.
    Lo raro es que me imaginè todo lo que vendrìa despuès y, en aquella època (tenìa 38 años, ella tambièn, dijo) lo que me imaginaba, extrañamente, solìa suceder en lo "real". En lo inasible y siempre inaferrable. En el caos.
    Era una rubia alta y escultural, de nalgas y pechos ampulosos y bellìsima de cara: rubia de ojos claros, cabello castaño claro, una voz dulce y muy simpàtica: me cayò bien de entrada. Creo que fue recìproco. Ella parecìa responder al modelo estètico dominante. Una italiana del norte con herencia germànica.
    Para entonces, yo ya estaba saliendo hacìa poco con Eva Cristina, una abogada civilista que tambièn habìa sido alumna mìa privada de Tango.
    Aquella noche, mientras le daba su ùltima clase a Eva, llamò Mariana.
    Querìa salir a bailar, estaba sola, y tenìa la noche de sàbado libre. Dije que no podìa pero veìa còmo Eva escuchaba todo.
    Al sàbado siguiente, vino sola, pretextando que la hija no habìa podido venir.
    Bailamos 1 hora.
    Hice lo que habìa hecho muchas veces de joven (y que ya màs de grande no pude hacer nunca màs, so pena de que me armaran una causa, o algo peor): la fui tanteando de a poco, mientras bailaba, franeleàbamos, principalmente sus pechos los masajeaba con mi torso mediante determinados movimientos tangueros, principalmente los ochos para atràs.
    Viendo que su cuerpo se pegaba cada vez màs al mìo, la invitè a que bailara con los ojos vendados. Aceptò. Antes, casi le ordenè que se sacara un pulover que tenìa puesto. Se lo sacò.
    Bailò con los ojos vendados y entonces vi còmo se excitaba perdida, locamente: con sus 2 brazos abrasando mi nuca, me respiraba fuerte en el oìdo.
    Nos besamos y ella hundìa su lengua en toda mi boca, yo tambièn. Las lenguas hùmedas y ardientes se tocaban, jugaban ese jugo o juego o fuego que suele anteceder al acto amatorio o cogida.
    Toquè sus pechos firmes y suavemente su sexo, lo acariciè como rozàndolo. Esto siempre me daba eficaces resultados con todas las mujeres. Algunas, incluso, tiernamente pajeras, acababan con esa suave paja.
    No obstante, no podìamos coger porque mi padre llegarìa de un momento a otro y era su casa donde yo daba clases de baile: en un living enorme con piso de madera que permitìa deslizarnos al bailar, y grandes espejos en todas las paredes.
    La mùsica seguìa sonando.
    Habrìa que haber ido a un telo para fifar adecuadamente pero mi padre se darìa cuenta y no le agradaba que me levantara alumnas o que se me entregaran en su casa. Ademàs, habìa un balcòn a la calle y se veìa todo, aunque nadie miraba, generalmente.
    Continuamos bailando y cada sàbado ella venìa con su hija y bailaba con ambas.
    Cada tanto venìa sola y franeleàbamos y transàbamos un poco.
    Mientras tanto, todos los fines de semana yo salìa con Eva: iba a su depto. en Villa del Parque y cenàbamos, cogìamos correctamente y dormìamos juntos y abrasados.
    De vez en cuando, ella me preguntaba por la madre y su hija. Incluso me preguntaba por aquella charla telefònica señalada renglones màs arriba.
    Finalmente, un sàbado a la noche, en septiembre, fui al salòn de fiestas cercano e hicimos la exhibiciòn, a las 3 de la mañana.
    Esa noche, ella estaba màs linda que nunca. Yo tambièn me habìa empilchado de punta en blanco. La corbata misma la habìa elegido ella, un sàbado a la tarde, en mi habitaciòn, en un armario en el que colgaban decenas de corbatas.
    Su hija era muy parca, a diferencia de ella, que hablaba hasta por los codos.
    Bailamos y nos aplaudieron bastante. Un mago con micròfono la elogiò un poco. Saludè a la cumpleañera de 15.
    Al final, me quedè esperando me pagara. Charlamos un poco, vi còmo se alejaba volviendo al salòn principal, me fui.
    A travès de los años (ya no salìa màs con Eva Cristina) ella venìa 1 vez por año y bailàbamos 1 hora, o 2. La ùtima vez 3.
    Las primeras veces, franeleàbamos y nos besàbamos como siempre pero nunca, no sè por què, cogimos.
    Bueno, sì sè por què: estaba mi padre siempre presente, paseàndose por su casa, ademàs siempre habìa otros alumnos, antes o despuès. Pero son meros pretextos: quizàs yo no le gustaba, despuès de todo. Un par de veces no estaba mi padre y sin embargo no cogimos (querìa escribir "garchamos" pero suena demasiado mal).
    Cada año que venìa, la notaba menos caliente: se negaba a que le vendara los ojos, ya no se excitaba, la ùltima vez ni siquiera me quizo dar un pico.
    La explicaciòn es la siguiente: cada vez se calentaba menos porque aprendiò a bailar y concurrìa asiduamente a las milongas, asì que tal vez se acostumbrò a franelear con medio mundo, aunque me hablò de un tipo, acaso su amante: se habìa separado o divorciado de su marido, incluso me mostrò un video de ella bailando con un tipo: mirè el video y no me gustò como bailaba el tipo, me pareciò un desastre (como los malos bailarines, tiraba pasos mal hechos, fuera de tiempo, ademàs de mirar el piso como buscando moneditas) pero a ella le parecìa que el hombre bailaba bien, se notaba que era su novio, la mùsica: bien, gracias.
    Una tarde, vino con anteojos negros como yo le habìa pedido y se reìa a carcajadas porque tambièn le habìa solicitado, como buen fetichista que se precie se serlo, que se pusiera guantes negros de raso o terciopelo.
    Lo raro es que las ùltimas veces que vino, mi padre no estaba, asì que podrìamos haber fifado impecablemente, pero ella ya no se calentaba nada para entonces. Asì que yo me limitaba a interpretar la mùsica.
    La ùltima vez, incluso, me daba indicaciones de còmo bailar: habìa que variar los pasos, no hacer siempre lo mismo, evadir la rutina, no hacer sanguchitos todo el tiempo: tenìa razòn.
    Ademàs, me recriminò comentarios mìos en Facebook, francamente estùpidos, tal vez misòginos o machistas: tambièn tenìa razòn.
    Otra tarde, me llamò por telèfono pero justo yo estaba ocupado dando clases.
    Yo tambièn habìa vuelto a las milongas pero nunca me la cruzè, quizàs por la sencilla razòn de no ir al salòn del cual ella era habituè, segùn me habìa dicho (cuando me mostrò el video de ella bailando con el maleta).
    Hasta el momento en que escribo estas lineas, no la he vuelto a ver.
    Estoy pensando mandarle este relato por Face ... Pero mejor no: se enojarìa o se reirìa a carcajadas, ademàs, no pasa màs nada, serìa darle entidad, prefiero ningunearla, no sè, tal vez lo haga, pero lo màs seguro es que no.
    Despuès de todo, esto es mero lenguaje, mera ficciòn literaria.

     
    #1
    Última modificación: 23 de Mayo de 2020

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