De fuegos clementes

Desde la llama
azul de los comienzos
brindo la carne a
los esfuerzos.

Desde el vamos, con agua
y con cimientos,
me cura la llaga una
potente quemazón
que inventan tus
ojos, que son míos.

Hoguera crecida por
el arrullo y el musgo
crecido, sos mi
producto
hirviendo tus mejillas
en mi llanto.

De todos los sentidos,
el fuego cansado y
corregido por los
leños; elijo el
fulgor dulce de tus
manos, que son mías.

Ellas corren libres
atravesando mi
amor, mi legado,
bruñéndolo de
cosquillas y libertad.

De todo firmamento,
agujero negro, cosmos
levitado de estrellas
repentinas, me quedo
contigo, hija.

Caminemos el
laberinto vibrante
de esta vida para
incendiarnos en
un abrazo, cómplices
y complicadas.

 

Algo así siento yo, al beberme una infusión de jengibre, bien imantada.
Es picante y me revitaliza, y luego, cuento con más apoyos, dado que me he fortalecido.
También me alimento a base de crèppes franceses, carne de membrillo, o ensalada tropical.
Pero cuido mucho mi dentadura, lavándola cada cierto tiempo, con pasta dentífrica no fluorada.
Puesto que el flúor calcifica la glándula pineal que hay, en el cerebro. Se llama así, porque tiene forma de piña.
Pineal. Como las piñas de un pino.





Esa glándula nos sirve para conocernos por adentro.
Para iluminarnos.
Es una parte del cerebro, que nos conecta con el Cosmos.
Y si se calcifica, tras décadas de uso constante de pasta dentífrica fluorada, nos iremos embruteciendo.
Hay formas de limpiar la glándula pineal, desde fuera:


a ) Haciendo deporte, varias veces por semana.
b ) Comiendo chocolate puro.
c ) Bebiendo infusiones de diverso tipo.
d ) Y en general, aceptando que es lindo disfrutar de la vida.