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De la ninfa Clevar y sus hazañas (I)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Abraham Ferreira Khalil, 1 de Julio de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 503

  1. Abraham Ferreira Khalil

    Abraham Ferreira Khalil Poeta recién llegado

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    (A Layla Ferreira Khalil).

    Ya habían caído muchas lluvias y se habían derretido los infinitos hielos del invierno desde que el Creador, Maratawa, modeló Aranset a partir de la nada y el abismo. En aquel tiempo, las ninfas Maras, quienes obedecieron la llamada de los Espíritus, habían alcanzado prosperidad y vida eterna en la morada de los dioses. Era entre ellas Trinidad la reina, cuya belleza, poder y fortuna nadie podía contar ni en la Tierra mortal ni en las regiones divinas de Manor, Hijo del Poder creador. El soplo de la deidad había infundido en este ser la voluntad de dominar los destinos de las ninfas inmortales y las decisiones de los primeros Hombres que empezaban a pisar la tierra en Halafnni, cerca del tenebroso Muro de Hielo.


    Cuando llegaron los cálidos y terribles meses del verano, la reina Trinidad dio a luz por gracia de Manor a una niña de hermosura inexplicable. La llamaron Clevar, que en la lengua desconocida de las ninfas significaba “belleza inmortal”. Y tan apropiado era su nombre que la luna y el sol soberbio la envidiaron siempre. Puesto que Clevar llegó al mundo en estío, los Espíritus y su padre Manor acordaron asignarle el dominio de esta estación y el control de sus fenómenos una vez que rozara la mayoría de edad. Y todos elogiaban el carácter de la princesa, porque la querían; y ella creció en estudio e inteligencia cada día que pasaba.


    Así, la tierra mortal gozaba del calor de Clevar y de las lluvias beneficiosas que la primavera de Clori, primogénita de Trinidad, traía, hasta que en el Polo, más allá del terrible Muro de Hielo, Sámara, reina de las ninfas oscuras, concibió una niña en su unión con el héroe Peeconshr. La llamaron Lalaine, que en la lengua oscura de estas ninfas quería decir “la de cabellos helados”. Y, en efecto, este nombre le convenía, pues todo su cuerpo poseía la blancura de la nieve y su frialdad; pero también el hielo habitaba su corazón. Por haber nacido en la región de los hielos eternos y crueles, los Espíritus, sin la voluntad de Manor, le concedieron el dominio del invierno sobre la Tierra y sobre la Casa divina.


    Desde ese momento, la primavera, el estío y el invierno luchaban por mantener su reinado durante más tiempo en el mundo. Ahora bien, gracias a la voluntad de los dioses cada estación duraba los meses que le correspondían. Sin embargo, la maldad de Cesandr, el espíritu caído, inducía a que Lalaine y Clevar se enfrentaran, no sin desolar la tierra muchas veces en sus combates brutales. Fuego y nieve se cruzaban; frío y calor. Y las distancias entre la Tierra y el Cielo se alargaban cada vez más con estos enfrentamientos.


    ***
    Habían pasado ya muchos veranos y tantos inviernos crueles cuando Clevar acarició el deseo de seguir la descendencia de las ninfas Maras y concebir hijos para el linaje de Trinidad. De este modo, en un verano espantoso para los hombres caducos, la ninfa bajó a la Tierra con la intención de buscar esposo, aun con los reproches de sus padres; porque una ninfa jamás debía unirse con mortal; y en el caso de que así fuera, renunciaría a su vida perenne. Sin embargo, Clevar desoyó los consejos de Manor y Trinidad y descendió, cuan bella era, a Halafnni, donde florecieron los primeros reinos de los Hombres.


    Durante cinco días con sus noches Clevar buscó en silencio al padre de sus hijos. Y, al término del quinto día, la princesa de las ninfas, agotada por su búsqueda, paró en una posada vieja y humilde. Allí, su corazón inmortal se detuvo al ver a un joven de belleza extraordinaria cantando y riendo. Era Bénejar, descendiente de una raza altiva de héroes y trovadores cuyas hazañas crecían como el trigo por el reino de Halafnni. Su padre había vencido a las monstruosas serpientes que destruían las aldeas situadas en la frontera del Muro de Hielo y había derretido el rigor de Sámara en más de una ocasión. Y dado que el amor de Bénejar y Clevar se correspondía, los padres del héroe consintieron que su hijo se casara con la ninfa, que había escondido a los ojos de los mortales su linaje divino; por lo tanto, se presentaba ante ellos como una princesa humana venida de reinos lejanos.


    Las bodas se celebraron en Halafnni y familiares de Bénejar acudieron desde todos los confines del país. Por el contrario, de la familia de Clevar nadie se dignó a bajar, ni la reina Trinidad ni el Maestro Manor, sino que observaron el casamiento de su hija desde las alturas. Y una vez terminada la ceremonia, Clevar rompió sus lazos con la morada de los dioses y vivió junto a su esposo Bénejar en la Tierra. Ello creó grandes tristezas a Trinidad y produjo alegrías sin fin a la terrible Lalaine, porque el espíritu maldito de Cesandr se había hecho eco en su corazón.



    FIN DE LA PRIMERA PARTE

    © Abraham Ferreira Khalil
     
    #1
    Última modificación: 2 de Julio de 2012

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