Del crepúsculo al amanecer.( escenas de la vida real)

Del ocaso al amanecer entre miedos y temores suelo dejar una ciudad para entrar a otra completamente desconocida. Allí todo es oscuridad y frialdad, con largos caminos borrascosos que conducen a un camposanto vestido de blancas y espesa tinieblas que ciegan la vista.
Caminando como alma perdida voy recorriendo cada aposento, en cada cual; aparecen nombres de personas y seres queridos que han muerto, acongojada y llena de tristeza emito un llanto quejumbroso en la inmensa soledad de la noche.
A lo largo del camino había una tumba abierta en su interior tenía una escalera que me invitaba a entrar y un intenso escalofrió invadió mi cuerpo, me llene de miedo y a la vez sentí pavor de ese inhóspito lugar.
Mis ojos alcanzaron leer un letrero que decía “el que entra por esta puerta nunca encontrara la salida” Antes de hacerlo cerré los ojos e hice una plegaria a Dios para que me traiga de regreso, y si no vuelvo que se apiade de mi alma.
Venciendo el miedo y llenándome de valor baje peldaño a peldaño la escalera, la cual me condujo a un sitio donde antes había entrado, y como una película las escenas de ese momento de mi vida se proyectaron sin misericordia. De rodillas y sumida en llanto mire la escena del alumbramiento de mi primer hijo, esa noche sentía mucho frio en la sala de partos y dos enfermeras me anestesiaban para hacer la cesárea, ya que no podía parir había síntomas de una pre-eclansia y existía el riesgo de que algunos de los dos podía morir.
Por suerte la anestesia solo surtió un poco efecto y pude observar desde el corte del bisturí en el vientre, hasta pude escuchar la conversación de las enfermeras con la doctora quien les advertía una negligencia médica por inducirme antes el parto. Vi al niño cuando la sacaron estaba temblando y no lloro cuando lo nalguearon, motivo por el cual fue llevado a emergencia neonatal.
De ahí en adelante no supe más de mí, porque me desmaye o fue que me sumergí en un pesado sueño, en el cual vi a dos querubines que volando sostenían por los brazos a un niño igual al que había parido.
Volví a mi mundo, ya había amanecido; ahí fue cuando desperté asustada y sudorosa y sin importarme las consecuencias baje las escaleras del hospital hasta la sala de recién nacidos, desesperadamente pregunte por mi hijo y me informaron que había fallecido, volví a caer de rodillas como cuando entre a la tumba que tenia la escalera, y le reprendí a dios él porque me había regresado, si a mi hijo me lo había quitado.