Del diario de Claudia. Un día más...

DEL DIARIO DE CLAUDIA. UN DÍA MÁS...

Y ahora Claudia y yo nos v volvemos a nuestros caminos, ahora que he dejado parte del peso que en mi mochila llevaba, peso de amor, peso de buenos momentos, en fin el peso mío , de la que escribe, no de ella, de la que está en la neblina, en la oscuridad.
Aunque siempre es ella, Claudia la que cuenta, la que dice, porque yo , la que escribe poco tiene para contar. Mi vida es así, quizá anodina, aunque esté llena de cariño y de afectos mutuos.
Ayer me encontré amiga mía en una encrucijada. Una caja forrada de hilos azules se presentaba ante mi. De azul, nuestro color, el color del cielo, el color de la esperanza que no siempre es el verde.
Me imaginé que los hilos estaban para tirar de ellos, y siendo tantos de la vida se trataba. Buen juego me dije, quizá podré cambiar las reglas cuando el sufrimiento nos altere.
Pero cual fue mi sorpresa cuando desde el principio me obligo la pena a andar con ella.
Hacia el camino junto a alguien con apariencia de ángel, con palabras de poeta, mas con alma de tormenta.
Se paró justo cuando casi yo llegaba a mi salida de aquel turno de vida y me di cuenta que yo llevaba los huesos de las piernas partidos, pero que el dolor hasta ese momento había sido mitigado por su presencia a mi lado.
No pude cruzar la puerta que me llevaba, como a otros a seguir la vida.
Volví a su lado y ceso el dolor, volví a caminar las vivencias, esperando que el tiempo me curara. Aprendí todo lo que pude, llené mi vida de experiencias varias, me pinté las canas y disimulé las arrugas.
Volví al lugar de salida, al lugar en que cambiaba la vida. Mis piernas, aunque llenas de cicatrices no dolían, no parecían haber estado tan rotas.
Corrí hacia aquella puerta que me llevaba a la libertad, más detrás de ella, antes de cruzar entre la multitud que hacia el mismo camino llenos de alegría, estaba él mismo supuesto ángel que era mi compañía, me dio un golpe seco en la piernas y estás cual cristal, se volvieron a romper.
Entendí, por fin entendí que mi vida solo estaba en aquel recuadro de espacio. Que podría librarme de la monotonía observando las vidas extrañas, podía aprovechar el tiempo y aprender de sus historias, que podía soñar con ellas, que podía imaginar como era la vida con alas de águila, pero yo formaba parte eterna del paisaje que él me había trazado, parte de un entramado, parte de un eje que no pisaba tierra como la rueda, él eje, siempre estaba en su sitio, sin moverse.

Esta salida se me repitió vez tras vez. Cuatro días estuve intentado de diferentes maneras escapar, pero no me fue posible.
La segunda noche, descubrí en mi carne una herida que alguien cerraba y que al quitar los puntos, él mismo volvía a abrir.
La siguiente salida, me hicieron ver que estaba desnuda, sin ropa que me sirviera, y que no podía andar por los nuevos caminos.
Y la última, la última ha sido la peor, pues el cansancio se ha hecho fuerte y ya no tengo ganas, no tengo ganas de trepar y que se me vuelvan a partir los huesos y sangren mis heridas, no quiero que mi desnudez sea por otros observada, no quiero cansarme.
Hoy rechazaré la salida de la casa, y me quedaré detrás del cristal observando cruzar a los demás.
Tendré una charla con Fe, para preguntarle hasta cuanto aguantaré.
Le pediré a Esperanza que me explique como mantenerla sin dañarla.
Le preguntaré a Libertad que se siente siendo intima en su lecho.
Le apagaré las luces a Ilusión, le diré que calle, para que nadie nos escuche. Que nadie sepa que existe.
Abrazaré a Paz y haré campaña con ella y con mi alma, no quiero más guerras internas.
Me Entregaré al sueño profundo, besaré los pasos que sí puedo dar, y descansaré.

SHA.