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Del diario de Claudia.

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Lirae, 30 de Septiembre de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 232

  1. Lirae

    Lirae Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Tengo el día cansado, no se si es por lo dura que fue la noche, o por no seguir en ella después de haber dejado todo en orden.
    Siempre es así, me atrae la aflicción, intento arreglarla como si fuera una pieza de alfarero rota por todos lados. Y cuando puedo disfrutarla y beber de ella, me encuentro en la oscuridad de mis despertares.
    Ella es el primer ser que veo desde que salgo de vigilia. Allí está desamparada, desnuda, con el rostro macilento y la piel sucia. Apenas le queda carne que cubra sus huesos, me sonríe casi sin fuerzas y veo que los dientes ya no existen, no se que sentir en ese instante pero no puedo pasar de largo, no puedo retomar mi camino como si nada pasara. Otros me dicen que ella siempre está ahí en el camino, que algunos la alimentan y que de todas maneras poco es el tiempo que le espera.
    No tengo conciencia para dejarla allí, aunque el tiempo me apremie.
    La tomo en brazos, pues hace tiempo que ha perdido la capacidad de andar, la llevo a un hospital y me dicen que si deseo asearla lo haga yo misma, me quejo, pero mi voz es como aire que el viento lleva.
    Comienzo a lavar su piel con delicadeza, pues de otra manera creo que se rompería. Lo hago con suavidad y sin prisas, ya hoy el tiempo se ha perdido, no alcanzaré a los caminantes con los que salí.
    Cuando acabo y ella ya huele bien y se le puede ver el rostro, la dejo en un comedor y me aseguro de que si puede comer, me despide con una sonrisa desdentada de agradecimiento y siento que esta salida ha valido la pena, aunque tenga que hacer sola el resto del camino en esta noche oscura.
    Intento correr con la intención de alcanzar a mis acompañantes, pero lo único que encuentro es la casa de mis sueños en el camino. Me paro delante del trocito de jardín que me separa de ella y siento que el corazón galopa bajo mi pecho. Que hermosa es siempre, que habrá esperándome dentro que me sorprenda, siempre lo hace, a veces con amor, otras con temores, no obstante los dos sentimientos me invaden por dentro y deseo vivirlos si es dentro de ella.
    Es la casa de mi vida, aunque no sea mía, es la casa donde quiero y debo morir, porque aun no he tenido tiempo de descubrir todos sus secretos, todos sus escondrijos y además nunca he podido visitar la parte de atrás, esa parte de atrás, la escondida que tanto me atrae, que como imán me tiene enamorada y hace que me acueste en el suelo para mirar por debajo de las puertas para ver que pasa en ella.
    Me decido a entrar, con el temor de no querer o poder salir luego y quedarme a la salida del sol donde no debo.
    Allí hay cuatro hombres, no les reconozco, tres parecen guardianes y uno aunque debe ser el jefe , el que manda, no tiene pinta de rudo, al contrario, me despierta una Fe que hace tiempo he perdido.
    Me mira de forma que hace que una oleada de Esperanza recorra todos los minutos de vida restantes.
    Me siento Libre en su presencia, a pesar de que está en la casa que yo anhelo y que aun no poseo.
    Me invade la Ilusión por ese motivo y empiezo a correr por la casa para verla toda.
    Está desordenada y solo hay habitaciones vacías pero a mi me invade la Paz que él respira.
    Sigo buscando un atisbo de hogar, algo que me haga ligarme del todo a ella, pero se que solo lo lograré Entregándome sin miedo, sin mirar atrás, sin pensar en nada y a eso nunca me atrevo.
    No obstante, antes de volver al mundo de los sueños, danzo en el gran salón, y me digo que pensaré, pensaré mucho en ella para cada noche volver de nuevo.
    No se quien es el dueño de estas paredes que mi vida han invadido, pero se que aunque le respeto, aunque cuidar su casa quiero, sin duda no le temo.

    PD. Hoy, ahora que lo cuento, que lo escribo para no olvidarlo, pienso en la casa, en cada habitación con nostalgia, pero no olvido a la anciana, aun siento sus huesos en mis brazos, su cuerpo liviano. Y aunque se que ella no habita este mundo desde el que ahora escribo, la llevo en el corazón lleno de cariño sin olvidar su sonrisa desdentada, y siento la misma ternura que cuando paseo con los niños que empiezan a cambiar sus dientes, solo que los de ella, se han caído para no volver...

    SHA
     
    #1

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