Del diario de Claudia.

DEL DIARIO DE CLAUDIA.

Reconozco el camino desde lejos y corro para llegar cuanto antes. Cruzo la esquina y es como si todo se apagara de pronto, un silencio de sepulcros se hace eco, me toco los oídos, pues tengo sensación de haberme quedado sorda.
No hay nadie en la calle, las personas que caminaban delante de mi antes de cruzar la esquina, han dejado de existir. Estoy completamente sola, pero los edificios me son tan familiares, tan amados que no siento miedo.
Necesito llegar hasta la casa que acogió nuestros primeros pasos, la que tan llena esta de pieles amadas. De caricias, de risas por las ocurrencias infantiles, de aromas de comida hecha a fuego lento con amor.
A las calles donde escuchaba las voces de vecinos que de alguna manera se hacían todos familia.
Llegó al portal y no me lo creo, allí estoy, en ese edificio que me consta que ya no existe, pero lo he logrado, he llegado allí.
Me pregunto si seguirá el sueño con los deseos y podré abrazar a los amores partidos.
Escucho solo el sonido de una lavadora que da vueltas y vueltas, me llena de esperanza ese sonido, es música celestial y busco de donde procede, pero no es de la casa, es de un patio abandonado, donde no vive nadie, solo ha sido un oasis de ilusión.
Toco en la puerta, hasta el toque es tembloroso por la emoción que me embarga. Esta todo tan limpio, los escalones donde jugaba, parecen recién fregados, el aroma a limpio me convence de que allí hay alguien y yo no temo, yo sigo insistiendo en el toque.
Pero nadie responde, empiezo a llorar, recordando todos los rostros que perdidos están detrás de aquella puerta. Están detrás, lo sé. Pero no consigo entrar.
No me rindo grito a la puerta y me siento fuera, donde lo hacia de niña con mis tebeos.
Me doy cuenta que están allí, en el murito del jardín de tierra, tres de mis tebeos y me siento a leer en el suelo.
No se de donde sale un muchacho que no conozco y me pide que le preste uno de los libros, otro hombre, parecido a un oficial, le dice que no me los pida prestados, que yo nunca lo haría. Le he dicho que no los he leído aun, que son muy importantes en aquel momento y que un día se los regalaré. Desaparecen de pronto y el cielo se oscurece del todo,
Miro a la ventana de la casa y veo que están las jaulas de los canarios que un día allí cantaron, están completamente limpias, pero no hay pájaros. Están también las macetas con geranios , esos que con tanto amor eran cuidados, pero ya no respiran, ahora son de plástico. No se encienden las luces cuando la oscuridad cubre las calles, el barrio se queda en las mismas tinieblas y silencio que tenia cuando llegue.
Decido dar una vuelta hasta el quiosco donde compraba alguna chuchería y echo de menos al anciano que con tanto amor me las vendía. También está cerrado. Vuelvo a la casa, no me rindo, no puedo despertar y dejar pasar la oportunidad de volver a besar los rostros que allí habitaron. Tengo tanta necesidad de verles en este instante. Pues quizá nunca más volveré a hacer esta salida.
Empujo la puerta y al fin se abre. La casa sigue con el aroma de siempre, esta tan limpia que es imposible que unas manos no la mimen. Miro esperanzada todas las habitaciones, la cocina donde tantas meriendas disfrute. Pero, no hay nadie.
Voy de una lado a otro, intentando impregnarme de aquel aroma, de aquella sensación que aunque parecía vacía estaba llena de cariño. Estaba repleta de sus habitantes...
Me asomo a la ventana y siguen las calles desiertas, solo estoy yo en el barrio.
No tengo letras para describir mi tristeza, tan cerca he estado de lograrlo, tan cerca, pero esta vez si que admito que los sueños son solo eso , sueños y no he podido avanzar más. Mas no pierdo la esperanza y lo volveré a intentar .
No me muevo de allí, no quiero irme, pero la piel me obliga a respirar y vuelvo a la realidad con el rostro cubierto de lágrimas y el corazón apesadumbrado en derrota.
Estuvieron tan cerca los abrazos cálidos…
SHA.

 

Tendrán alguna relación esos libros con el devenir y con aquellos que vinieron a pedir, mmm.
Buena historia, un día tenso

 

La verdad es que no lo sé, Juan. No obstante soy adicta a la lectura, amante tanto de lo que los libros contienen , como de ellos como continentes. Y es verdad que nunca presto mis libros, pues son mi tesoro.
Muchos días tensos habitan mis relatos.
Gracias por leerme y por tu reflexión.

 

Muchas, muchas , muchas gracias.