Delirium (0 de la santa maldiciÓn)

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Ese tósigo inefable, esa verdad impronunciable; esencia de muerte, esencia de vida. ¡Ah, laberinto con hombres enfermos y quimeras de rubí! Orbe de pasiones argénteas y vicios laureados. ¡Universos infinitos! ¡Universos cuasi malditos! ¡Ah, fúlgidas estrellas que se enardecen a través de la locura de algún dios vagabundo e insensato! Mirada mortal de algún súcubo tentador bajo la forma de Cleopatra o la misma Venus con sus voluptuosidades endiosadas o, quizás, Medusa la Gorgona con sus sierpes poseídas.
¡Poseídas como la razón del loco artífice que escancia vinos sin cesar, buscando la muerte para obtener la vida…!
¡Vida infinita como los abismos del universo de aljófares endrinos! ¡Inmortalidad! ¡Inmortalidad!
Inmortales como los lobos endemoniados que se ocultan en los mundos de Van Gogh, en las sonatas de Beethoven, en las bellas maldiciones de Baudelaire.
¡Ah, ese tósigo inefable, esa verdad impronunciable! Esa ambrosía divina, ese néctar diamantino, ese icor, ese deleite de unos pocos réprobos ungidos y santificados, de unos pocos locos laureados, de unos pocos gitanos ebrios que danzan y salmodian verdades escarlatas a lo largo de los abismos álgidos de Plutón.

¡Loor! ¡Loor! ¡Loor!






[FONT=&quot]L. ESTEBAN TORRES