Desangrada.

Estoy sangrando profusamente.
El alma sangra hasta por mis partes íntimas,
mientras que la debilidad de las cavernas de mi vida
se va derrumbando rápidamente.

Me desangro,
y ya las piernas, manchadas vagan por el piso metálico
como queriendo encontrar un lugar por mí
para darme el sitio del último desespero
para dejar mi vida por fin suelta
en la anemia amiga
que se ha cobrado tantos favores.

Por ello,
hasta mis manos no pueden detener la hemorragia
ni la mente pude continuar pensando con serenidad,
porque al final, he sido la única que se desangra
por colores de los abandonos
que hacen que me arrodille
jadeando con la cabeza gacha
la muerte.