Desde mi coche

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Desde mi coche

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Ahora soy el presidente
de la república de mi coche.
Quizá la falta de su beso
sea solo un estado mental.

Yo me levanté
ella hablaba, hablaba,
yo sólo me escuchaba,
nadie ama a nadie,
nadie respeta a nadie,
si no está por escrito,
sentía,
luego ella me dijo perdona
antes de su adiós.

Me dijo perdona,
todos los camareros se llaman Perdona.

Me pinchó como una rosa:
de frente. No puedo conducir,
la llevo en mi pelo,
llevo sus rojos labios en mi cabeza,
no hay manera,
me detengo en el semáforo en rojo.

Las llaves del amor perdieron sus dientes.
Tiempo no, no perdí mucho tiempo,
el tiempo es una flor.

Rojo como sus labios rojos.
Estos coches parados
me demuestran lo pequeño que soy.
Rojo, rojo.
Pajaritas de papel.
Esperando, esperando,
yo, un fabricante de ternura,
bajarme de su montaña rusa,
rojo, rojo,
esperando que el rojo cambie.

Epilepsia de semáforo,
ya está el verde.
Digo mi propio nombre.
Acelero y me despido.
Ya me casé por amor,
ahora me toca por interés.
Acelero. Soy panorámico.
Creer en el amor a primera risa,
hay un amor por el que cambiar
y damiselas a las que cambiar
rápidamente,
más velocidad,
velocidad,
yo buscaba las respuestas
y ella solo tenía preguntas,
qué bocadillo de amargura,
hoy es yo
vuelto al revés
porque amor tampoco lleva hache,
más velocidad,
no le escribiré más,
no,
porque de una poeta-lectora
jamás se regresa.


...
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Jesús Soriano


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