Despojos del Ayer

La jarra de las noches caníbales mastica mi sombra entre el vino y la luna,
en el árbol insensato donde naufragaron los primeros barcos de la caída del sol,
adentro de este simiente de humo desvestido por los ocasos que se perdieron en el palco
como preciosos rizos en el viento de la boca de un ángel con alas desechables.
Sin embargo este cuerpo de piedra sincerado por las profecías mortecinas del amanecer,
se queda rondando los patios de agua que mojan nuestro pequeño manantial de rosas
y deshacen los trazos de un pincel ahogado sobre tu condena más cristalina,
en el helado olor que nos apaga los ojos con un silencio descubierto, con un plato
de estrellas profanado en tu ausencia mas ausente.
Y es este paraíso de plagios reiterados, de calderas interminables que encienden nuestras manos,
el culpable de las hojas negras que cubren nuestro cielo como rastros de una vela.

Es por eso que las murallas de algodón denigraron las veredas desde el comienzo de una culpa,
en el ámbito teñido donde los peces nadan una tierra de pájaros, un cálido repaso de manteles,
una muerte que se mira moribunda detrás de las gripes que destierran este mundo.
Dónde están los hilos luminosos arropados en el vientre de las plumas de metal.
Porqué seguimos intentando vencer el horizonte como si fuera parte de la última guerrilla.
Hay guirnaldas que descienden mas allá de nuestras suplicas adornadas con ceniza.
Pero todavía los caballos de la bruma siguen volando los suburbios de una ciudad de pasto
como helados, tibios madrigales sentados en la estela de los acantilados más oscuros,
[FONT=Calibri]de los cuartos de tela donde estuvieron mis pestañas antes de la lluvia,
[FONT=Calibri]antes de las galaxias que poblaron los trigales con los despojos del ayer. [/FONT][/FONT]