Día CXXIII o un gran vacío otra vez

No se muy bien por qué escribo,
si soy una especie de oso antipático, melancólico,
alcohólico,
incluso muy enamorado de esa melancolía que genera la soledad del rechazo social.
Debo tener mucha necesidad de pertenencia,
de confiar en un amigo lector que sea una palabra que jamás voy a explicar,
o un compartir de acertijos, de escoger un sueño en el papel.
Me resulta tan fácil transmitir que me extraño cuando no encuentro el rostro de ella entre las letras,
las frases son un columpio infinito y cerrado donde se inclinan ojos y leyendas llenas de falsas verdades.
Mi sol, mi amor, mi pastel de orgullo y perdón,
hoy te escribo lento, porque cada vez que me apuro pierdo dos gotas de alma por segundo en linea no sentida.
Como para despertarme del limbo que me genera estar quieto y en movimiento
posiblemente siempre me he escrito a mi mismo.

No me iré nunca, ni jueves, ni lunes, ni viernes,
me gusta que el crudo de la noche me agriete el cuerpo con estrellas.
La medianoche nace en mi y es un recuerdo de viajar cuando niño.
Soy una luz marchita, un campo de seres deformes,
un artículo de bazar chino, un profundo pozo sin manchas, sin fondos que limpiar.
En otros versos deje mis ojos azules, mi fuerza de hombre elefante,
mi carisma de hormiga verde, mi seguridad de romper cristales con caricias.
Lo que tengo adentro mío es un plagio y una pequeña comprensión
de que el universo es uno mismo, es una espalda,
es dar la espalda y conquistar y conquistarse sin la necesidad de amar o ser pensado para pensar.

 

Versos magníficos de brillante calidad, soberbia inspiración divina.