Día CXXIV o el sueño de un hombre aniñado

Soñé que el mundo entero tenía la forma de una calavera,
que un par de huesos cruzados sostenían la sonrisa del mar y el gesto tibio de dureza de las montañas.
Soñé que la carne rosa de la tierra era por los brazos del sol abrazando cada árbol, cada luz de flor,
soñé una vida lunar que desaparecía en los rostros cenizas de mujeres desnudas,
soñé que lo veía todo entre tinieblas y la música de un silencio inútil con los recuerdos no vividos.
Fue entonces que un concierto de polvo hizo lluvia en mi nariz y horas de olas golpetearon mis músculos distendidos.

Un algo que nacía en forma de alien en mi interior se despertó
y construyó en mi cabeza un motor de paralelos próximos de realidades en que el corazón era la sien
y la sien salía a aplaudir los besos, las miradas cómplices, la futura insinuación que aleja el miedo del pasado.

Soñé que era un hombre fuerte dentro de esa calavera,
soñé que no existía el fuego y uno podía descender hasta el fondo de todos los misterios
sin temor a ser enamorado o calcinado en el intento.

 

Gracias por el regalo de la palabra.
Un saludo