Día L

Las nubes, animales de algodón perdidos en el limbo, han tomado lecciones de mis ojos y esta semana han llorado y llorado. En Mendoza no llueve nunca, pero siempre todos dicen, son las famosas lluvias de febrero.Y yo nací en febrero, quizá fui una lágrima desde el mismo día en que toque la luz. Dicen que mi madre se asustó. Realidad o ficción, odio que las nubes aneguen la imagen de toda la ciudad, los demás seres vivos no se merecen mi lluvia, es mía.

Es por mi culpa, por culpa de la noche y sus estrellas que yo me distraigo tanto de la vida. Caminar por el cordón de la calle es un deporte de riesgo si uno sueña despierto, pero eso no lo entienden los que usan escaleras para mirar el cielo. Es por mi culpa, por culpa de las mujeres bellas que el insomnio es casi mi único amigo. Si las tinieblas tuviesen puertas yo nunca entraría, pero los parpados me pesan demasiado y la manera correcta de leer la vida es con la mirada en paz, liviana y tranquila.

Cuando el desvelo aumenta la dosis de café, no hay manera de llegar temprano o tarde, uno nunca llega, y si estás esperando que los instantes se alarguen. ¡No, no se alargaran! El fulgor de los que están despiertos es el amor, la pasión, las delicias, las cosas y las muertes visibles, el cuerpo, las hipótesis para perder, ganar, para no estar desnudos y ser marcados, para ser marcado y estar desnudo, y en uso de quien sabe que. Cuando el desvelo aumenta yo miro a las nubes y entiendo porque se llevan eso que tanto me agrada: mis lágrimas por la realidad.

 

Unas lágrimas que dibujan a la perfección una realidad que esta frente a tus ojos. Excelente prosa. Un placer dejar mi firma. Saludos.

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