Día LXXVII o el amparo del desespero imaginario

No se si la quería, si la odiaba, si la amaba,
no entendía si la necesitaba, o si no,
o porque ahí la dejaba ser mi vida,
mis muertes,
mi té, mi azúcar,
mis ganas de escribir, sonreír, llorar, existir.
Como un protuberancia en el pecho, se hizo eterna en cada latido,
ella es un dolor de panza
un comezón incesante en la nariz,
como cuando no vas al medico porque te duele el alma
y los amigos, los vecinos, la tía, la abuela te dicen que es el estrés
o que estas muy en la luna y tenes que hacer otras actividades como bajar, como no ser.
No se, nunca supe si sus ojos me gustaban más que el café,
si sus manos hacían con placer los deberes de mis sueños
o si es que por limpiarle la sombra yo obtenía algún beneficio de los astros.
No se si era autofagia cuando me mordía los labios por no nombarle
o si siempre fue una muela por explotar lo que hería nuestro humor.
No se, quizá nunca hubo nada que explicar, que interpretar, que recordar,
quizás del olvido nacerán nuevas escuelas, refugios para amar,
y los días que se hicieron noche eran días aunque estuviese oscuro en nuestro interior,
no se, porque la luz de ella era la más intensa
y me daba calor, y me daba frío cuando no me aplastaba,
no entiendo, no se nada,
no la quería, no la odiaba, no la amaba,
pero es una tortura aquí adentro cuando no me calla,
cuando no finge ser mi mañana, la que me escucha, la que me calma.
No se, no se, yo hoy no se nada.

 

¡Maravilloso!

 

Divina publicación de poesía excelente.