Día LXXXV o análisis de una soledad que se rompe y brilla al romperse

Cada vez capto menos las conversaciones a mi alrededor
un centinela que lee las palabras en el viento es mi único esquizoide amigo.
Las distancias más largas están dentro de uno mismo, el desierto es el silencio de los sonidos.

Un equipo completo de ellas es la fortaleza de los versos que me ahorcan,
soy de arena y no puedo hacer daño,
soy un hombre vacío de emociones y me reprimo y no lloro pero sufro al encantarme.

Alguien de afuera pinta los paisajes para respirar.
Quienquiera que seas sos alba,
y sos aurora cuando me sonríes
y un surco en la montaña cuando necesito agua, sol o alguna verdad para amar.

El calor de las cenizas funda oscuridad en la luz,
cada vez que un pensamiento de vos llega a los latidos
me arrepiento de no saturar tu rostro con mi rostro.
Me molesta, y me agrada tu cercana lejanía.

Aún inmersos en una mandarina, día tras día sumamos año tras año,
nadie nota el esplendor, nadie se queja de nuestra soledad.
Permanecemos en el después, juntando nubes y camas,
limpiando el ojo de la lagartija para mirarnos aún camuflados del dolor,
me gustaría ser un pájaro y migrar hasta tus sueños,
luego, cuando sepa pregonarlo, apagarlo y salvarte para que me salves.

 

Excelentes versos preciosos.
Fantástica inspiración maravillosa.
Calidad magnífica.
Obra soberbia, brillante trabajo supremo.

 

"Y un surco en la montaña cuando necesito agua," nada sólo suspiros
saludos, Mariela