Día XXIII

Cuando no me duela su dolor, usted se irá
o cuando sea un juicio de muela esperarle,
que es lo contrario pero que me muerda me gusta, me excita, me calma.

Las delicias del terciopelo bajo su nariz
ciñen la posmodernidad invertida de la atracción,
quise decir que usted me gusta tanto que ni veo si su piel cumple o no con los encantos femeninos estándares.

Y si el insecto que enciende la pasión es un reptil escondido en la mirada
voy a posar resplandeciente dentro de sus ojos
para que al mirarse al espejo usted estalle, y yo estalle con usted,
y las ratas y los gusanos que ambos callamos salgan y hagan una fiesta en nuestro hola/adiós.

El oleaje de seres abstractos llega con un martillo y calla y limpia nuestra tempestad,
usted se acerca a los hombres que llevan algodones y a las mujeres que parecen dormidas de alegría,
yo me acuesto conmigo mismo y me toco en su honor,
luego arrastro mi falta de cariño al fango de los caprichos y deseo morir.

El nadar sin dirección forma nidos en los párpados,
cuando usted es mi relato todos los sueños que yo tuve con sus manos
forman una especie de bola de energía gigante que trae un vestigio de esperanza.

Recojo la noche, los envases, los cigarros de la noche,
ordeno la vida para ordenar su vida sin mi,
confundo su nombre con los pájaros de alas oscuras
y desbordo de cinismo si usted es alegre y yo no le alegro.

Hay un nervio en la lámpara que se está por quebrar,
manchará de cables el silencio. La ironía soy siempre yo y mi soledad a punto de vivir.
Yo duermo, pero cuando yo duerma con usted sonreiré al dormir.