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Die vollendeteren Engel

Tema en 'Prosa: Torre de Babel de Prosa' comenzado por Nýcolas, 1 de Marzo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 1520

  1. Nýcolas

    Nýcolas Poeta asiduo al portal

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    26 de Febrero de 2012
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    Melodiosa luz en un suavísimo tacto arrimábase abriendo paso entre las enormes nubes empachadas de zul, de pansas blancas como vírgenes gigantes nadando en la mar celeste; arribaban al cutis afro del mundo cual la caricia de un águila pluma de noche, besándolo en secreto.

    El auf wiedersehen del crepúsculo hacíase oír en los recovecos más intransitados de un alma condenada, en un silencio eterno, estentóreo, como en aquellos tiempos y otras tierras donde el vozarrón sufriente de un poderoso gemía encadenado a la montaña.

    Recuerdo perenne el instante de la muerte. ¿Cómo puede un ángel condenarse, ser juzgado por el martillo divino y en una lágrima derramar más tristezas que estrellas firmes en el cielo, más profundas que la melancolía de un diluvio? Cuando todo era paz y el brillo azul del aura de la ciudadanía sacra iluminaba con fervor apacible cual el lozano manto de los árboles más sabios, ¡verde de praderas infinitas!; cuando toda calma suprema similar a una partida de ajedrez en la cima de un monte inmortal, erguido altivo el señor de la firmeza; cuando la esteba cálida crecía a orillas de ríos plateados, intrépida gramínea húmeda; las cantatas de los passeris, la gramola gratis y perpetua de una cascada pensante, las hojas que bailan lentamente como simulando el movimiento dentro de un sueño, las gencianas del horizonte, el viento fresco como el suspiro refrescante de Poseidón, ¡el abrazo de un día que no arde!... Cual fuera de la soberanía de la existencia, en esas horas de afectos en el descanso de la tarde; ¿qué ha sucedido en el transcurso de una vida que ni siquiera era errante?, conozco las joyas verbales del río, los tesoros sintácticos del cauce, y aún así en la sinfonía que fluye me pregunto el por qué.

    Observo las danzas que hipnotizan en el bosque, y en un soliloquio con sonido de cascada reflexiono: si esta vida es un ensueño fútil, ¿dentro de qué materia abstracta nos encontramos, que tanto duele la ilusión?, si esta vida es un ensueño fútil, y poso mis ojos más allá del universo, ¿qué hace que esta nimiedad sea tan vasta?, si este es el reino de una metafísica poética que todavía no hemos logrado develar, ¿será que aquí y desde aquí, nada es imposible?, y si nuestros pesares radican en nuestros laberintos del alma, y no más, ¿será acaso que perdidos, pendemos de un hilo de regreso que nos ha ofrecido la Muerte?, si esto fuese sólo un jardín…, a ojos y olfato del perfume y de las bellas, ¿estaremos dentro del sueño del Señor dormido?, ¿y si Dios despertara, nos arrastraría a todos a un nuevo infierno?, ¿se extinguiría el cosmos?, ¿y si Dios hubiera muerto hace mucho tiempo?, ¿y si estamos dentro del sueño de la muerte?

    Érase una vez a unos pasos del canto de un cisne, logré conocerlo. Le vi tan claro como si me estuviese viendo a mí.

    Me acuerdo cuando pequeñito conocí a una niña, a un amor que como una estrella había caído a la vida, y yo logré ver el resplandor fugaz. Le di la mano, caminamos de ella, y la contemplé como un soñador contempla a la nueva humanidad. Con los ojos más profundos pude ver la ternura en la dermis de su alma, y con la belleza de un diamante azul y rojo estampado en la bóveda fulgiendo pude palpar la sublimidad más honda de su ser. Hoy, ese niño enamorado vive en mí. Y ella encuéntrase en las lejanías, pero siempre cerca. Pero nada de esto sentí cuando conocí a mi verdugo.

    El tramoyero habíame prometido la felicidad. Allí me di cuenta que ni los dioses deben prometer, porque firman su desdicha, y una vez jugados, nos arrastran a todos al abismo. Veíale, era como un yo más viejo, ¡más aún!, pero raro, porque joven. Una extraña música, bellísima, comenzaba a sonar de no sé dónde, como si las puertas del paraíso perdido comenzaran a abrirse, y nada. Luego me percaté de mi visión, arrodillado frente al lago de sonatas níveas, y esa única y extraña música frenó. Extinguióse lentamente como la lira de un arcángel en su hora fatal, y el silente azur inundó mi alma de mil eternidades que jamás podría explicar con palabras, mágicas palabras, ni palabras mudas ni gestos léxicos, nada, sólo la continuidad del álveo argénteo a mis espaldas, en distancia considerable, como todos aquellos pasos que hay entre el valle que une la vida de la muerte; y mirándome distorsionado como si me soñara en la vigilia, yo, que no se estaba viendo más que a sí mismo.

    Liño de copas fragantes en paseíllo al Oriente, y a Occidente cordilleras nevadas.
     
    #1

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