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Drama familiar

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por elbosco, 9 de Marzo de 2013. Respuestas: 9 | Visitas: 1277

  1. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Lo último que siempre queda es la familia.
    Marlon Brando



    Llegó a su casa y, como cada día, con fuerte voz saludó a su esposa y comenzó a contarle las novedades del día.

    El tren estaba cada día peor, impuntual, repleto de pasajeros y cada vez más deteriorado. Ya en el centro había visto un choque y presenciado como los dos conductores se habían trenzado a las piñas. El calor no había sido tan agobiante como el del día anterior. En el trabajo lo habían felicitado por la auditoría que estaba haciendo. A media mañana, José lo había llamado para tomar un café a la salida del trabajo y proponerles algo importante. El día laboral continuó sin sobresaltos y una vez concluido había ido al encuentro de José, quien le había propuesto hacer un viaje a Bariloche como en los viejos tiempos, los cuatro en un solo auto. Le respondió que lo considerarían.

    Cada día desde hacía casi diez años, él llegaba del trabajo y contaba su día.

    Sara casi nunca le respondía, señal de que estaba bebiendo en la cocina, o durmiendo por la resaca, pero nada impedía que él terminara su ritual de llegada. Prefería fantasear con que era escuchado, y con que todo estaba bien, evitando entrar a la cocina o al dormitorio.

    Esta vez ella tampoco le respondió, pero por una razón distinta a la normal: La noche anterior él la había asesinado.

    Se sentó en el sillón del living y prendió un cigarrillo que apenas pitaría. El silencio era el mismo de siempre, pero la atmósfera estaba cargada de tensión.

    Fijó la mirada, ausente, en una esquina del marco dorado de una reproducción de Murillo. ¿Por qué un cuadro que retrataba a unos niños mendigos tenía un marco dorado y voluptuoso?

    Estuvo un rato con la mente en blanco hasta que se obligó a pensar pragmáticamente: Sara ya no estaba y "lo que no tiene remedio, remediado está". En muchos aspectos su esposa había muerto diez años atrás, el mismo día que murió su hijito de ocho años. ¿Cómo culparla? El mismo se había transformado en un ser insensible, con un corazón seco y oprimido.

    Su vida había estado signada por la muerte. En su adolescencia su padre, luego su hijo, ahora su mujer.

    Pensó que la muerte llamaba a la muerte y añoró sus años de juventud e ilusiones, de sueños, de ese fresco amor incondicional que se tiene cuando se cree que la vida es un pozo inagotable. Recordó a Sara, preciosa, dulce, encantadora. Su pelo cobrizo y lacio, sus ojos amables, su cutis suave, su natura gentileza. Siempre se supo afortunado por tenerla a su lado.

    Habían tenido buenos momentos: el noviazgo, el casamiento, la luna de miel, el viaje por Europa, las salidas de los viernes, los miércoles de cine y las charlas en el café para comentar la película. Sara era alegre, vivaz, locuaz, muy inteligente, siempre llena de entusiasmo. Cómo podría haber imaginado que todo terminaría así: su esposa e hijo, muertos, y él, un asesino.

    ¿Cómo lo juzgarían los hermanos de Sara, sus suegros, sus sobrinos, su propia madre y hermanos?

    Recordó el verso central de aquel famoso poema de Poe: "Hasta nuestro último empeño es sólo un sueño dentro de un sueño". Creyó que toda su vida había sido una ilusión de la que ahora despertaba.

    No recordó qué filósofo o escritor había dicho que el pasado y el futuro no existían, tan solo el presente... ¿Habría sido Camus?

    La tarde anterior, al llegar del trabajo y mientras le contaba su día, Sara lo había llamado desde el dormitorio.

    La encontró sentada al costado de la cama, estaba sobria. Se arrodilló frente a ella y tomó su cara entre sus manos.

    “¿Qué pasa mi amor?”, le preguntó. "No puedo más", le había respondido ella. "Beber no sirve para olvidar, tan solo para no llorar. No puedo más, mi amor. Yo no soy tan fuerte como vos. Vivir me duele". Entonces se abrazaron y lloraron juntos.

    Ella tomó su cara entre sus manos y lo besó dulcemente, como cuando estaban de novios. De abajo de la almohada sacó un revólver, se lo dio y le dijo "Ayúdame a irme, mi amor. Perdóname por dejarte. No puedo más". El, la abrazó y lloró como un niño, con angustia, con rabia e impotencia.

    A pesar de todo, nunca habían dejado de amarse, aunque ambos sabían que eso ya no alcanzaba.

    Sara lo tomó de los hombros y lo miró dulcemente con sus ojos de miel y le sonrió. Fue su despedida. Luego bajó la cabeza y su mirada se tornó ausente. Del cajón de la cómoda sacó el retrato de su eterno hijo de ocho años y acostándose de lado, se quedó mirándolo. “Te amo, mi principito, te amaré siempre”.

    Temblando él se levantó y le apoyó el cañón del revolver sobre la sien. Ella continuó mirando el retrato.

    Le pareció natural dejarse llevar por el deseo de ella. Apretó el gatillo y se desarmó en llanto.

    Hoy ya todo le parecía muy lejano: la felicidad, su esposa, su hijo. Se había despertado del sueño de la vida y se encontraba solo, totalmente solo.

    Sentado en el sillón del living, reflexivo, consideraba sus alternativas.

    Entre sus profundos pensamientos se mezclaban otros insignificantes: opinó que algunas paredes de la casa necesitaban pintura y se preguntó si las argollas de madera de las cortinas rayarían o no la pintura del barral por donde corrían. Supuso que eso dependería de cuánto hubiera penetrado la pintura en la madera del barral, de cuán diluida estaba la pintura o de la calidad de la misma, pero que tarde o temprano, el continuo roce terminaría por desbastar la madera. Pero... ¿cuántos movimientos se necesitarían para lograrlo?

    Mientras tanto, sus alternativas se le aparecieron claramente: llamar a la policía o seguir a su esposa.

    Cumplió seis años en prisión y salió en libertad condicional. En la cárcel había logrado aclarar su mente y pacificar su corazón.

    Siempre fue consciente de que no tenía derecho a disponer de la vida de su esposa, y creyó justo pagar su deuda con la ley.

    Al llegar a su casa la encontró limpia y ordenada. Su hermana menor habría tenido que ver con eso. Se sirvió un vaso de agua, se sentó en el sillón del living y prendió un cigarrillo.

    Los mejores recuerdos de su vida acudieron a su mente: De novio, arreglando con Sara la casa que habrían de habitar al casarse, reparando los revoques, cambiando los pisos, pintándola, amueblándola. Recordó a Sara, las apasionadas noches juntos, su alegría, su sonrisa, sus ojos de miel y sus caricias. Las cenas con amigos y las reuniones familiares. Recordó el día más feliz de su vida, cuando nació su hijo en su propia casa. Lo recordó a él, de bebé, llorando en sus brazos y a Sara inquieta pidiéndoselo para calmarlo. Lo recordó gateando, dando sus primeros pasos y correteando por toda la casa. Recordó la sonrisa llena de vida y de ingenuidad con la que lo recibía al llegar del trabajo, sonrisa por la que habría afrontado todos los desafío... y que desde la tragedia, le laceraba el pecho recordar. Recordó las vacaciones, los cumpleaños y cada una de las ocho tortas que año a año Sara cocinaba y decoraba con tanto esmero. Recordó sus primeras palabras, los juegos, los desvelos nocturnos cuando no lograban dormirlo, las tardes en que lo ayudaba con las tareas del colegio... Recordó los besos, los mimos, los abrazos, los juegos de lucha, las prácticas de fútbol en el patio trasero y en la plaza. Recordó su indescriptible felicidad de aquel día en que se dejó ganar al ajedrez...y finalmente, recordó su fatídico último día, que había sido el principio del fin para Sara y para él.

    Fue Borges quien afirmó que cada día somos otro. Desde aquel día él había empezado a ser otro.

    No pudo recordar el nombre de aquel filósofo que solo creía en el presente, ¿Schopenhauer tal vez?...

    Él sabía que no podía vivir de recuerdos y que el futuro no tenía ya nada que ofrecerle.

    Sacó un frasco de píldoras de su bolsillo y ayudándose con el vaso de agua, las fue tragando una tras otra hasta terminar el frasco. Se reclinó sobre el respaldo del sillón, y quedó en silencio, mirando las argollas de las cortinas. Un sopor y un ligero malestar lo invadió.

    Antes de cerrar los ojos creyó ver a su esposa. Antes de perder el conocimiento creyó oír a su hijo.


    ---
    Fernando Marco Sassone
    www.finisafricae.com.ar

     
    #1
    A Ro.Bass y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Debo confesar que al principio de la conclusión final, yo había decidido que me gustaba más dejar la historia sin último acto porque eso de sentir que el mundo perdona, no acaba de cuajarme.
    Recientemente he visto una película de un hombre que perdió a sus tres niñas y a su esposa en el ataque a las torres gemelas, un poco me ha recordado esta historia que planteas. Aceptar la pérdida de los seres amados es infinito en sus formas, cada cual es un mundo, hay quien en su dolor decide seguir viviendo y hay quien no puede con su alma.
    Vivir es una oportunidad para evolucionar y la vida es la prueba.
    Un placer compartir

    Uqbar
     
    #2
  3. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Bueno... es que el dolor no es buen consejero...
    En este mundo capitalista y consumista que promueve tanto la indolencia y a indiferencia, solo el horror muchas veces nos recuerda que estamos vivos.

    Si te animás, leete este otro:

    La revelación del dolor

    En realidad el dolor es una revelación.
    Oscar Wilde, De Profundis.

    He sufrido la transformación más radical. De ser un hombre lleno de alegría, humor, entusiasmo y optimismo, quedé sumido en una total oscuridad...

    continuar leyendo...
     
    #3
    Última modificación: 12 de Marzo de 2013
  4. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Tienes un extraordinario talento para la prosa, no sólo redactas maravillosamente sino que consigues captar, con la historia, al lector, implicarle en ella, sentirla.

    Entiendo muy bien esta historia, su doble final, ese autocastigo de pasar por la prisión para, finalmente, tomar la misma decisión que su mujer, ahora por doble motivo. Empatizo con ella pues también pienso que sin mi hija la mejor salida sería no estar.

    Muy bueno.
    JULIA
     
    #4
  5. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    Mira, fuera de que la historia me encantó, te diré algo, el escritor sabe lo que escribe, el desenlace abierto es un elemento muy usado en la narrativa, y ayuda a convertir al lector, en un lector activo...

    Aquí las poesías son muy lindas, pero de narrativa muy poquito saben algo... Los escritores están afuera. Vale?

    No debiste dar el gusto a nadie... El que sepa leer lo valorará, el resto que arranque para los poemas.



    Escribe siempre para alguien, si abres una ventana para agradar a todo el mundo, a tu cuento le dará una neumonía...



    Saludos


     
    #5
    Última modificación: 13 de Abril de 2013
  6. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Gracias Julia por tu comentario, gracias por apreciar.
     
    #6
  7. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Gracias por el consejo Julito.
    En realidad, creo que yo mismo tenia ganas de ese dia después... es algo que siempre me plenteo especialmente en el cine y en unos guiones que siempre tuve ganas de desarrollar.
    Pero tu consejo es bueno. Escribir para alguien específico, que sin lugar a dudas termina siendo alguien parecido a nosotros mismos, ¿no?
     
    #7
  8. ALYA

    ALYA Poeta fiel al portal

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    Te encontré y me encanto tu DRAMA, hermoso una historia que engancha y conecta al lector con emociones familiares, humanas, pero a veces poco vinculadas a la cotidianidad, hay muchas Saras, aqui en el mundo carnal, con duelos eternos que hieren menos que una muerte instantánea.Besos, Ailya.
     
    #8
  9. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Hola Alya, gracias por la lectura y por tu apreciación.
     
    #9
  10. elbosco

    elbosco Poeta fiel al portal

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    Gracias por el consejo. Ahí lo edité como más me cerraba.


     
    #10

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