Dueño de interrogantes

Dueño de interrogantes y amo de dudas e incertidumbres, pasó varias de sus vidas rodeado de tinieblas. Mientras, con un esfuerzo tal que no existe palabra con la que se pueda definir, centró su atención en elaborar la estrategia adecuada con la que liberar su esencia primigenia de la esclavitud que a todos, desde el origen primero, el Tiempo nos somete. Evitó el uso, demasiado habitual, de toda manoseada definición; incluso inventó un buen número de nuevos conceptos y también dedicó muchos de sus días a la colaboración activa destinada a desestabilizar cualquier momento, a todo instante por mínimo que fuera.

Los pliegues del aire comenzaron a desdibujarse; la supuesta y asumida por todos, conexión espacio-tiempo, dio las primeras señales de debilidad por seguir manteniendo oculto su preciado silencio. Su capacidad de espera, su paciencia, si no era su principal argumento, cuando menos, no dejaba de ser una de las razones de mayor calado, base del argumento de su existir.

Cualquier brecha detectable en cualquiera de las realidades posibles significaba una posibilidad, pero era tal la inestabilidad, que no resultaba nada fácil acertar con “la más conveniente”. No era el momento de hacer estadísticas y analizar posibilidades; era el momento de dar paso a la intuición, de dar su oportunidad al pálpito, al más puro y libre devenir; a la máxima negación de lo predestinado. Se acertó al utilizar uno de tantos insignificantes resquicios por donde el viento inventó novedosas palpitaciones. Era la mejor materia con la que proponer un nuevo y esperanzador inicio. En el que nada resultaría más que nada y donde todo suspiro podría navegar realmente con total libertad.