Dulce utopía de un poeta

Y vendrá ese día en que sus letras harán ecos,

en el inmensurable vacío de sus trechos,

se allegará el amor que se les negó a sus pechos,

inundando de alegría y de bondad sus tuecos.



No gemirá el alma más por la orfandad humana,

ni escarnecerá el silencio al que habló con verdad,

ni tampoco el dolor será una flama en la llaga,

pues sus letras jamás imprecarán la maldad.



Y despertarán los versos que yacen dormidos,

aquellos que nacieron de las almas dolidas,

versos que gritaron ¡ya basta! hermanos queridos

y recuerdos de oriflamas que fueron vencidas.



Por fin tendrá el poema su fuerza sustancial,

y podrá andar el poeta sin significar,

su pluma, grácil ave de la letra inmortal,

colmará de vida lo que haya que arredilar.


Andrés Romo





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