Eclesiastés siete veintiocho

Todas las palabras te pertenecen
Y yo nazco de entre todas las palabras
Profundo mar de versos
Costa de oleaje distante


Lirio que crece entre yerbajo espinoso
Si Dios escucha tus plegarias
Implórale sobre aquellas cuestiones,
Esas que atormentaban al congregador hace tantos ayeres.


Habitas mi piel, y dejas pequeñas marcas rosáceas.
Ya todas las horas te pertenecen
Y yo pertenezco a tu recuerdo
Naces de un mar de cactáceas
De la espina que profunda se clava
Y de golpe despierto,
Despierto y tu piel se ha ido.
Quizás, mañana vuelva a ser soñador
Y tú, vuelvas a ser mi sueño.