Ecos y espejismos

Poeta di paso
¡el último beso!
J. A. Silva
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I

Los niños mendigos colman sus ojos

Con la ausencia y el desprecio a Dios.

Yo los veo desolados, hambrientos, crepusculares;

Ahí desparramados en la calle negra de la vida,

Extendiéndome su mano de trigo mancillado

Mientras la noche tornasola tu seno con su llanto.


II

¡Cuántas veces no hemos saltado

Por el acantilado del tiempo

Tan sólo para caer de nuevo en esa cama

De olvido, incrustada en la lobreguez del vicio!

Por suerte las palomas anidan en los cabellos

Enmarañados del infeliz; porque nada más

La locura es la lepra que nos aparta del rebaño.

¡Para qué esculpir los labios, si el silencio

Siempre nos abrasa!


III

Estamos alejados de nosotros mismos.

Somos doblemente extraños: extranjeros

En tierras etéreas y disolutos en el hogar.

Mas la melancolía lame las sombras

Que me forman, exaltándome como un santo

Desconocido ante el cuchillo agudo de la razón.

Si simplemente no fuéramos adictos a lo ignoto,

Adictos al placer de infinitos, adictos

A la réproba inmolación del ser.


IV

Este rostro mío que tú sientes, es el fondo

De tu tristeza soterrada. Llevo en mi cabeza

La corona de tus martirios. Pero aunque soy

El vino dulce que bebes, me besas inapetente

Y abismal cuando me envuelvo en la gelidez

De mi angustia, me impides, como las verdades

Que se niegan a sí mismas -¡aberrante!-

Por haber brotado de una mentira muy pobre.








l. e. torres

02/07/015

 

La divinidad de las letras en magnífica publicación.