Eduardo Noriega

Me encantaría proseguir.
Pero debo marcharme.
Como el Reino Unido, que se separó de Europa.
Son los témpanos de hielo que proceden de la Antártida.


Se separan de la gran capa de nieve que cubre el Polo Sur. Y se mueven, por océano.


Hay que decir ¡ Adiós ! Al éxito y a la disciplina.
Bienvenidos sean, vagancia y fracaso.
Ya, se me ha terminado la gasolina.
Y sí, soy un payaso.


Como en el Circo del Sol, bastante bueno. Todo hay que decirlo. Brillante.


Sólo quería aprender a manifestarme, en mi propio mini-universo.
Mis propios poemas.
Mis propias obras.
Perdonen si les he abierto los ojos.


No era mi intención propagar la información de los espíritus potentes.


Quizá, yo no sea muy inteligente...
Y mi esfuerzo haya sido en vano.
Soy un falso profeta, y lobo disfrazado de cordero...
Y por lo tanto, nadie conoce a nadie.





Con Eduardo Noriega, como protagonista. Y Jordi Moyá, con los juegos de rol,


en Sevilla, por Semana Santa.

 

Lo mejor de escribir, es la posibilidad de ser o no ser tú, de sentir o no eso o aquello, ser todo o nada. Saludos para ti Nommo.

 

Claro, pero al final, tienes que ser tú mismo.
Como Jack Nicholson, en la película El Resplandor.
Muere congelado, en el laberinto, con un hacha en la mano.
Era un escritor que cuidaba de un gran hotel, en las montañas de Oregon.
Y su hijo Danny, hablaba con su dedo índice.
Tenía muchas visiones...
Él montaba en su triciclo, y de pronto, se le aparecían sus amigas. Las gemelas.
Ellas le decían: Danny, ven a jugar con nosotras.
Yo creo que eso es muy inocente.
Pero por algún motivo, siento escalofríos.
Luego estaba la habitación 237.
En ella, vivía una bella mujer que se desnudaba. Muy erótica...
No sé por qué razón, esa habitación estaba prohibida.
Ya que el vigilante negro, había advertido a Danny:


Danny, procura no entrar dentro de esa habitación, porque hay una mujer desnuda.


Por último, estaba la madre de Danny.
Que manejaba su bate de Base-Ball.
Con tan mala suerte, que golpeó al padre, a Jack Torrance, en la cabeza...
Lesionándolo.
Desde luego, es un accidente doméstico.


Y en el laberinto, Jack quería animar a su hijo, a cortar el árbol de Navidad. Pero Danny huía. Intuía un peligro. El padre no supo salir del laberinto de setos, y murió congelado.


Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.