El Ajusticiado

Una densa gota de rocío se escurre por los pómulos de una tez cadavérica. Ésta abre los párpados. Y de sus ojos agusanados palpita la podredumbre de un tiempo lejano. Cuando, las marchitas flores de la nostálgica boda, entre seres que en secreto se odiaban a muerte, eran enterradas en tierra húmeda hasta convertirse en un ennegrecido barrizal. Pero, el ser decadente sigue soñando con sonajeros y otros juguetes piadosos de su opaca infancia. Creyendo que así escapará de la encapuchada y raída túnica. En la que se envuelve la siniestra mujer longeva; que corta el delicado hilo de la vida. Comienza a tronar. Y unas pisadas sinuosas se acercan al infeliz en mitad de una noche parca. Aquel agudiza el oído. E intuye que está cerca la posesión infernal que tanto desea. Para mandar al carajo todo ese cúmulo de recuerdos. Que no hacen más que torturar su paralizado corazón. Correoso y sin pasión comienza a correr hacia su funesto destino. Espetándose mortalmente contra una roca de magnesio. Donde allí, una carcajada se difumina con el alborear de una nueva mañana. Los transeúntes que se pasean por allí, no ven más que un viscoso reguero de pus. Y siguen su camino sin ninguna piedad y conmiseración.

 

homo-adictus, aquel ser de podredumbre insana sólo tenía los recuerdos de su infancia como subterfugio. Para escapar de las palpitaciones negras de la densa muerte. Que lo esperaría tarde o temprano por su pecaminosa desidia. Él sabía que llegaría su hora. Y cuando escuchó el caminar vacilante de su destino aguerrido, fue presto hacia aquel. Dislocándose sus huesos en toda una piedra y transformándose con la alegre mañana en todo un salpicadero de limo. Las gentes de aquel lugar no sentirían piedad por semejante hombre que había renegado de sus imágenes natales. Atentamente Edouard.