El árbol

Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

 

Huyes del árbol, porque es gigantesco.
Y te duele no formar parte de la Madre Naturaleza, tan a menudo como quisieras.
Porque libertad, igualdad y fraternidad, era el lema de la Revolución Francesa.
Pero eso puede llegar a los reinos animal, vegetal y mineral.
Podemos ser todos, hermanos.

 

Buen trabajo, interesantes versos que recrean imágenes que me a gustado mucho, un placer disfrutar de tu poesía amigo penabad.
Un abrazo fraterno poeta.

 

Amigo, Nommo, la subjetividad de tus comentarios, por decirlo de alguna manera, es infatigable. Saludos.