El chico que prefería dormir

Hay pequeños que juegan en el agua encharcada, que suelen mirar los ojos oscuros de la luna, que prefieren gritar con los intestinos revueltos. En cambio él, un poco extravagante, pálido, marchito. Él prefería dormir.

Cada movimiento de manecillas le resultaba aterrador, era como si aquellas agujas puntiagudas le taladraran el corazón, como si por cada minuto transcurrido sus pupilas se secaran con la fría realidad. Todo era gris, más gris, un poco más vacío.

El pretexto de hilar aquellos párpados con la larga jornada laboral, ya no eran suficientes. Necesita un mejor pretexto; falta de vitaminas, el tiempo mediocre a su alrededor, el mal humor de su jefe, la lejanía del mar, la búsqueda una vez más de una suculenta cena inexistente.

Él, sólo quería dormir. Soñar en su sonrisa, en su mirar. Era la única forma de sentirla cerca. Nadie podía imaginar la lepra interna que lo debilitada segundo a segundo. Dormir era su mejor anestesia. Sin embargo el dormir no siempre suele ser tu mejor aliado.

Un día el viento lo cobijó con nuevos cánticos, con nuevas fábulas; una buena razón para estar despierto, por lo menos un danza de manecillas al atardecer. Pero él, no quería florecer. Estar envuelto en los pétalos fotográficos de ella, lo mantenían respirando. Así es que tomó el resto de moho de aquel frasco verdoso y comenzó a ingerirlo. Dulces sueños decía antes de quedar oscurecida la realidad.

El dormir no siempre suele ser tu mejor aliado. Varios relojes muertos, arenas azules por el olvido, manecillas y manecillas recicladas, días iguales, noches dopadas, vida inducida al colapso. Él decidió no despertar, tomar lo más cercano y deglutirlo. Su sueño en esta ocasión no lo llevaba al parque de diversiones, a su fiesta de cumpleaños, a su primera ilusión, no, esta vez... lo situaba en la bifurcación de su vida dando vida. Su realidad comprimida de olor a violetas penetraba sus pupilas, no había escapatoria, no habría más dosis somnolientas de cobardía.

No era el colapso, eso ya hacía décadas que lo había sufrido.

Sus huesos ardieron, su corazón estalló, su movimiento asincrónico y débil la miró de frente, era ella, de quién tanto se había embriagado y escondido al mismo tiempo... Era la vida la que ahora lo venía a buscar.

 

¡¡¡Sublime¡¡¡ Te felicito, escribes muy bien.