El cipariso de la vena arrugada

El cipariso de la vena arrugada
sale de paseo por la mañana
por los jardines encantados de la mazmorra;
con zozobra y petulancia.
Carcomiéndose a sí mismo pasó a paso
Profanando tumbas, cavando zanjas;
titiritero de muñecos amartillados y
arropados con ilustres vestidos.
Así pasó el cipariso…¡Hay, si lo vieran!
¡Qué paso de caballo fino!
La crin rojiza como el fuego dejando
iluminado el camino, cegando cuanta alma,
que por intrépida, se volteaba a verla.
Si hay que estar locos para dejarlo partir,
pues se enrumba el camino con un nuevo y
elegante séquito.
El cipariso ya no anda más solo, en sus
firmes raíces y su color rojizo está el reflejo
de su falsa vestimenta incorruptible.