El cuerpo del placer

Recuerdo ese cabello, en el que quedé varias veces atrapado, pero, aún así nunca quise liberarme.


Esos ojos, cómo olvidarlos, con los que retabas al pecado, los mismo que dejaban ver a la gran bestia salvaje que se guardaba avergonzada y solo esperaba el gran momento de salir, para poder atacar.


Aquellos senos, en los cuales me escondía bajo su sombra dibujada con tal suavidad, que mi alma muere a gritos, pidiendo la oportunidad de volver a probar esos delicados pedazos de lujuria.


En esa carretera, tan larga y fina, semejante a la que recorre el águila al surcar el inmenso cielo creado por dios.


Al final de esa tranquila pista, se encuentra la entrada al deseado paraíso, todavía recuerdo cómo esa dulce voz cantaba su dulce y tierna melodía, mientras yo penetraba el umbral adornado con bellas flores blancas.


Poderosas manos, con las que destroza cualquier pena que le pudiera quitar el sueño, con las que rasguñabas la espalda de la cohibición.


Esas esbeltas y fuertes piernas, que mantienen en pie toda una perfecta obra de arte, como me gustaba besar, morder, saborear cada milímetro de esas blancas y suaves columnas del templo de los sueños.


¡Oh placer! Eres la causa de mi perversión, por ti e de morir bajo el manto asfixiante del pecado y el dolor. Pero reconozco que aún así, me vea frente a tanto tormento, por ti… mi querido placer, millones de veces eh de morir.