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El cuervo

Tema en 'Poemas Góticos, ciencias ocultas y Misteriosos' comenzado por Littera, 28 de Septiembre de 2011. Respuestas: 3 | Visitas: 998

  1. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    [Reescribo el archifamoso poema de Edgar Allan Poe, vertiéndolo, a mi particular manera, en dieciocho estancias octosilábicas de ritmo trocaico y rima asonantada].

    [​IMG]




    A Gema Carrillo




    Una noche fría y muda
    en que al filo oscuro y quedo
    del instante inerte y vago
    al calor me hallaba recio
    de un extraño, vivo, fuerte
    y a la vez rojizo fuego
    repasando antiguos folios
    con semblante débil, lejos
    pareciome oír llamar
    un sonido suave, hueco,
    a mi puerta en paso tal.

    Confundido, quise entonces
    suponer que el frágil ruido
    que escuchara absorta y lasa
    mi cabeza era, ¡oh sino
    proceloso, triste y vil
    el del hombre que es herido
    del cruel tormento eterno!,
    la meliflua voz de lino
    de doncella esbelta, impar,
    por la cual arrostra impíos
    huracanes la alma en paz.

    “Leonor –pensé– querida,
    en aquesta cruda noche
    en que tú y tu cuerpo hermoso
    le recuerdan bien al pobre
    que te llora días idos
    de alegría, dicha y goce,
    si quizás hablar pudieras,
    si quisieras, dile a tu hombre
    si quien llama en hora tal
    y dispara el pecho al trote
    por feliz suceso impar

    tu rosada, joven, fina
    y adorada mano sea;
    pues que así, si ahora veo
    un futuro pleno en fieras,
    de terror ahíto, en locos
    pensamientos hecho tierra,
    te mirando a ti y oyendo
    tu reír, tus voces frescas,
    volverase el dicho ya
    en solaz de flores tiernas
    cuan tan solo amores dan.”

    Levanteme presto y raudo
    al candor de aquese influjo,
    recorriendo a grandes brincos,
    con afán y anhelo bruscos,
    la morada hirsuta, helada,
    tan vacía en pompa y lujos
    cuan mi amor de suerte y vida,
    y encaucé jamás sin susto
    a la luz sotil del mal
    mi perenne andar enjuto
    a la puerta humil de atrás.

    En abriendo esta, el ímpetu
    animal de Nicte y Érebo
    envolvió mis flacas carnes,
    y al querer del lindo cuerpo
    el hermoso y alto nombre
    pronunciar con pira y hielo,
    por respuesta sólo espanto
    y el terror del duro tiempo
    acudieron ya a la par
    al valor y a más al credo
    zaherir con odio agraz.

    Lastimado así, el postigo
    pretendí cerrar, mas antes
    de que tal pudiera hacer,
    formidable cuervo –el ave
    que con muerte, cese y bruma
    alimenta hostiles males–
    penetró en mi cuarto gris
    y, batiendo torvo graves
    sus remeras, fue a posar
    la figura entera grande
    en de Palas fiel la faz.

    Lo miré curioso y solo
    sobre el busto mudo, en mármol,
    de la diosa sabia y bélica
    sospechando ardid aciago:
    ni en delirios hombre alguno
    que se precie habrase al lado
    de tan rudo, cruel y tétrico
    ejemplar de cuervo arcano,
    hasta donde alcanza edad,
    bajo aquel paraje extraño,
    contemplado en modo tal.

    “Demandarte quiero –díjele
    recostando el miedo infame
    sobre el grácil, tenue forro
    de un cojín–, vetusto y acre,
    infernal heraldo inculto
    del averno tinto en labe,
    de entre todos cuál tu nombre
    en la tierra sea me hables.”
    Mas tan sólo vino a dar
    por respuesta este grave
    las palabras “Nunca más”.

    Una extensa y amplia risa
    sacudiome entonces la alma,
    pues aquel inmundo y negro
    enviado alado daba
    de repente toscas muestras
    de intelecto vano en cada
    atrevido, avieso gesto
    dirigido ya a mi cara,
    a mis ojos ya que van
    en vivaz, ingente llama
    al abismo atroz del mal.

    “Significa más que poco
    que un premioso cuervo parle
    cantinelas burdas, vacuas,
    aprendidas de amo instable
    cuyas cuitas sólo al ir
    de los días dieron tales
    ominosas, pobres cargas
    de dolor y guerra infames;
    ¡que te marches quiero ya!”
    Mas rompió el foráneo grave
    el silencio: “Nunca más.”

    Pues sus voces sangre hicieron
    en mis huesos mustios, vine
    a encender mi altiva rabia
    con el grito en hiel que sigue:
    “¡Por el cielo curvo y ciego
    que el destino humano rige,
    escupido ser o pájaro
    de la entraña vil de Estigie,
    del pavor del huerco par
    y emisario alado, oíble,
    que en terrores mil tenaz

    apresuras tanta saña
    y furor atán enorme
    que ni Alecto, diosa déspota,
    ni Tisífone, alta en fronte,
    ni Megera cruel e hiriente
    a alcanzar jamás sus topes
    se resuelven, dime enhiesto
    si quizás exista brote
    de descanso y tregua en paz
    tras la pugna en que este pobre
    por usanza siempre está!”

    Estalló centella fúlgida
    en el reino escuro y turbio
    de la noche opaca y bárbara,
    pero el cuervo flaco y sucio
    ni movió una pluma sola
    ni giró sus ojos lucios
    de mi rostro enteco y muerto,
    a su vez con porte turnio
    prorrumpiendo en habla cual
    familiar al pecho bruno
    resultaba: “Nunca más.”

    Por la crasa inquina absorto,
    profiriendo injuria vasta
    dirigime, enfermo, exangüe
    y agotado como estaba
    al postigo gris del cuarto,
    mas queriendo abrirlo, ufana
    la tormenta necia en ira
    de estruendosa, altiva saña
    conformada vino a alzar
    su poder con toda rabia
    en mi ruin y lacio umbral.

    Bajo inmenso horror prendido,
    en cerrando ya la grande
    abertura, fui, a despecho
    del cerval terror infame
    que el aspecto de ese pájaro
    producía en la alma amante,
    a mirarlo allí subido
    en el busto de alto talle
    y, sin otra voz que dar,
    a entonarle al fin si cabe
    la cuestión, la cruz fatal:

    “¡Por piedad siquiera sea,
    te suplico, cuervo docto,
    el favor de hablarme hagas
    y me digas ya a los ojos
    si en el rico Edén ventura
    obtendré, si el bello coro
    de los besos suaves, frescos,
    de sus labios tersos, rojos,
    volverá su miel a dar
    en la piel de aqueste sonso
    y perdido ser sin paz!”

    Un fragor mató el silencio,
    un helor quebró el espacio
    y un terror hirió abrupto
    la salud del aire zaino
    y pesado cuando el cuervo
    prorrumpió, soberbio y raudo,
    en chillido altivo y fuerte
    con desdén en cada labio,
    me robando así, bestial,
    el postrer aliento dado

    de esperanza: “Nunca más.”




















     
    #1
    Última modificación: 28 de Septiembre de 2011
  2. Hate

    Hate Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Fuerte inspiracion... Un gusto leerte
     
    #2
  3. Cuervo4141

    Cuervo4141 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Le felicito grato leerle.versos que atraparon miatencio.
     
    #3
  4. Ambiciosa versión del conocido poema del autor norteamericano, que ha coincidido en el tiempo con mi relectura de algunos de sus cuentos. No lo había leído hasta ahora. Tiene mucha gracia y cuenta con mi admiración y mi aplauso. Luis
     
    #4

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