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El demonio blanco (monólogo)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Jesus Reina, 16 de Agosto de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 471

  1. Jesus Reina

    Jesus Reina Poeta asiduo al portal

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    Enciendo el iPod, suena Sirenia en tanto termina el ciclo de lavado. Cierro los ojos y me supedito a los acordes de "The Path to Decay" como recurso de auxilio ante la violencia de voces a mi alrededor. Sólo las ignoro, a fin de cuentas ¿qué más pueden hacer? Ya duermen en el atrio de rosas. ¡Doy fe de ello! Ayer en la noche regresé a dilucidar el fáctico e infinito sueño de Stacy, Nicole y Gema. Todas miembros del harén de rosas y en mi negra e infectada alma donde reposa el papiro de sus historias; un poco lúgubres pero ¡maravillosas historias! Colmadas de belleza, inteligencia y excentricidad; cada una rezaba caminos distintos. Más entre sus atributos, brillaba el mismo error fatídico (demoníaco diría yo) que heló respectivamente sus inocentes humanidades. Un demonio, sí, vestido de caballero ( eso decía Nicole), un cuervo; enjaulado en su propia celda adamantina, encadenado a la conciencia noble de mi realidad bajo el seguro receloso de una soledad pregonera, de un silencio que vehemente, me tildaba de escoria. Refinada, educada e intelectual, pero escoria al fin.

    Mi nombre es Alejandro Alucard tengo 33 años y soy uno de los médicos más exitosos del país, he dedicado mi vida a las delicias de la ciencia como bálsamo a los fantasmas que enmagrecen mi originalidad. Nunca he sido parte de la cotidianeidad, en el pasaje de mi vida, los libros fueron la eutanasia finita donde abolía las lágrimas de mi sedición vuelta conducta y psiquis. Siempre hablaba con ellos, meditaba entre sollozos todos los desplantes, la indiferencia, la vileza de los otros niños. Cavilé por tardes álgidas en medio de mi precoz incomprensión, los aserbaticos patrones en los que mis verdugos peregrinaban y argumentaban su repulsión. Ya en la juventud, aprendí a jugar con demonios, a regocijarme en su compañía. Aprendí a bilocar mi sentimientos (cada vez más anémicos) y agudizar el intelecto y paulatinamente fui edificando mi infierno sin estrellas hasta hacer aullar los lobos de mi alma moribunda, en las cloacas de este espurio mundo arrogante incendiado de mentiras y sueños horridos en la contaste travesía. Todo un teorema filosófico, abstracto de digerir, para un niño revestido en las hopas oscuras de la discriminación que luego mutaría en cicatrices de una juventud atestada de traumas laberínticos. Vacíos... Pero blancos. Líticas cavernas de sinsabor, desangeladas por completo, así como mis emociones.

    Carlos Castilla del Pino dijo alguna vez: "Los sentimientos son los instrumentos de que dispone el sujeto para estar interesado en los objetos que le rodean. Sin los sentimientos seríamos prácticamente muebles." "Muebles", inercia... Muerte, un sistema cerrado cuya energía funcional reciclaría para subsistir sin ingresos ni egresos, geológicamente, desde ese punto de vista, una bomba de tiempo; una bomba. Más sin embargo (aunque algo muy arraigado de mi mente, algo casi imperceptible) un halo de sobriedad dividía como éter, el dragón infernal, del hombre, del médico regocijado en sanar a los demás, del onírico buscador de estrellas. Pero también un hombre perdido en el naufragio de su dolor, un hombre cegado en el Edén, perdido en tinieblas. Efectivamente, una bomba de tiempo, ungida en muerte, dador de la misma, profanador.

    Y así, así me convertí en el demonio blanco.
     
    #1

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