El Encino

Entre los brazos del
acalcinado encino
deslizante pasa la brisa,
sutil es el vuelo de
sus alas de tul
su calma tan frágil
que las estampadas mariposas
en las ramas sueñan
con volver a volar.

No nos dejes,
no nos abandones
en este páramo
de hierro, cal y vacío
languideciendo en el umbrío,
ebrio del licor
fermentado por las que
se devoran a sí mismas,
las hermanas Soledad.

No nos dejes
no nos abandones
en esta canícula
que abrasa sin
darnos solaz,
donde el gorgojear
del gorrión se cristaliza
para caer fulminado
en triza de rosas rotas.

-Mirála, mirála

Lluvia yerma baña la estepa,
lontananza cuyas noches son
barcos sin luces
surcando la obscuridad,
cuyos días redoblan el silencio
que se place en torturar,
entretejiendo el cieno eterno
con hilos de salmuera
las arañas están.

No te vayas,
no nos abandones
pero si te vas
vuelve,
vuelve para no irte nunca jamás
como un vaho que retorna a
buscar entre los pliegues
de un pañuelo de calima
una pausa sin final,
en una fiebre de fuego inmolándose
en un encino del muladar.
~Hildegarda Ares©

 

PRIMERO Te doy la bienvenida a este lugar maravilloso, lleno de gente calida y buenos amigos.

Gracias por exponer tus versos que llevan toda esa sensibilidad y nos llegan, has hecho un excelente poema que invita a seguir leyendote...Felicidades