El endiosado

En los jardines de la vid, el sol besa la tierra,
y el cielo se tiñe de azul, como un lienzo de Van Gogh,
allí nace el elixir de los dioses, la esencia de la vida,
un líquido de fuego, que arde en nuestra alma.

Su color rojo intenso, como la pasión que late en nuestro corazón,
o su tono blanco claro, como la pureza que nos hace sentir limpios,
nos seduce, nos envuelve en su aroma, como una brisa que nos acaricia,
y nos hace sentir que estamos en un lugar sagrado, donde el tiempo se detiene.

En la copa, se mueve, se desliza, como una ninfa que baila,
su sabor nos llena la boca, nos hace sentir que estamos en un mundo de deleite,
donde los sentidos se unen, y la vida se vive con intensidad,
y es el conductor, que nos guía hacia la felicidad.

Es un viaje, un camino que nos lleva a través de la historia,
de la cultura, de la tradición, y nos hace sentir conectados,
con la tierra, con la vida, con los demás, y nos hace sentir vivos,
y que estamos en un lugar especial, donde es el rey.

En la mesa, se une a la comida, a la conversación, a la risa,
es un compañero fiel, un amigo que nos hace disfrutar en familia,
y entender que la vida es un regalo, que debemos apreciar,
y es el recordatorio, que nos hace sentir agradecidos.

Por eso, te rindo homenaje, oh vino,
con un destello de luz, que ilumina el camino,
un susurro de secretos, que solo tú conoces,
y un abrazo de gratitud, que te envuelve en mi ser, para siempre.