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El fabuloso destino de Amélie Poulain

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por InusitadaIrrealidad, 6 de Septiembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 419

  1. InusitadaIrrealidad

    InusitadaIrrealidad Poeta recién llegado

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    25 de Mayo de 2017
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    Género:
    Mujer
    Amélie Poulain, añoraba los días en los que la gran fábrica de palabras construía grandes frases de prosa equilibrista y malabarista al son de la música celestial.
    El veinte de Octubre de mil novecientos ochenta y siete, en plena vorágine otoñal cuando Amélie cumplía diez años, Adeline y Dominique Bourdeau, inauguraban la maravillosa fábrica de las palabras, que resistió hasta el dos mil siete, año en el que fallecieron los dos hermanos,al explotar la maquinaria con la que realizaban sus cotidianas tareas de impresión.
    Durante estos veinte años, París y la fábrica de las palabras estuvieron fuertemente ligadas en su creación y difusión, así surgió el periódico, "Le rêve",(El sueño), donde cualquier persona podía acompañar sus escritos, y participar de la creación del periódico supervisado por los dos hermanos; así, Abélard Abaddie, un aficionado a la metereología, escribía sus columnas sobre el tiempo, Amantine Fablet, que regentaba la pastelería de la Avenida Montaigne, lo hacía sobre recetas, Amour Bourgeois, un anciano que había enviudado hacía dos años, escribía cartas de amor encabezadas por: Querida Anouk, etc, etc.
    En el año mil novecientos noventa y dos, a la edad de quince años, Amélie Poulain, con el seudónimo de Audrey Camus, envía una carta al periódico, que es publicada el catorce de Abril del mismo año, coincidiendo con la inauguración del AVE Madrid-Sevilla, siendo también año bisiesto, declarado Año Internacional del Espacio por la Organización de las Naciones Unidas, y celebración del quinto centenario del descubrimiento de América.
    Transcripción de la carta.
    He dejado de soñar. Son malos tiempos para los soñadores. París sufre de un estado ambivalente entre la vigilancia de los sueños de los otros, y una dislexia entre los propios.
    Soñar se ha convertido en un ejercicio deliberado por aquellos que aún persisten en ello, y desdibujado e insignificante para aquellos, los más, que carecen de tiempo. La vorágine parisina no nos permite soñar como antes, la ciudad se encuentra en un estado turístico no transcendental que difiere enormemente de la imagen que damos como cuna del romanticismo y el amor. Los turistas se hacen fotos en la Torre Eiffel besándose como exaltación de un amor falseado por los momentos en los que se utiliza una cámara de fotos réflex, visitan los campos Elíseos, Montmartre, y navegan por el Sena, porque es lo que se debe hacer, pero nadie vive Montmartre, el Sena, o los campos Elíseos. Todo se ha convertido en manufactura y producto de un mercado en el que ya no se sueña, tan sólo se compran sueños, aquellos que se encargan de vendernos.
     
    #1

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