El fabuloso destino de Amélie Poulain

Amélie Poulain, añade un lugar donde más le gustaría poder estar, adelanta la pluscuamperfecta y aguda realidad, se escabulle certeza entre las dudas, y todos los síntomas,que instintivos crecen a la velocidad de la luz, el vigor de la ira, la dinastía de un faraón, Nut, o la diosa cielo, el ébano y la bipartición de una célula, ósmosis de una vida, la vida de moléculas particulares, Heisemberg partícipe de un diario infinito, la paradoja de un mentiroso o las verdades resplandecientes, Lulú y sus edades, Lolita y tu edad. Amor, frenesí, la roja pasión y los cerezos en flor, Altazor y su vuelo, Riazor y su estadio, el amante, los amantes en círculos, polares.
Había de ser el ensimismamiento de la lectura el que le otorgase un Heathcliff, un Melmoth errabundo, una Ana Karenina, el salto, el vértigo, este abismo.
La zona abisal, oscura, asolaba, solo asomaba, la triste figura del caballero del espanto, y aquel que levantó el índice, sin duda te apuntaba a ti. Ser o no ser, no es una cuestión, ni océanos de fuego fueron atravesados por Drácula, frágil, la bella bestia sucumbió a la vestal, y alguna vez fuimos orgullo y prejuicio en campanas de cristal y esferas de silencio.
Amélie Poulain sabe que se siente cuando se está infectado por la creatividad, y un manual de variadas intuiciones es su todo por el todo, una parte para nada, que se aleja a pasos de gigante, como si fuese un Gulliver atado por hilos ridículos que la sujetan a un suelo del que quiere escapar. Amélie, huye,deja, levita por encima de las consciencias en forma de telúrica telepatía y firma estampada en tiempos de capitales que no interesan.
Sabe que se siente cuando un torbellino de ideas comienza a girar y la atrapa una a una, como si fuesen teselas de un mosaico o piezas de un puzzle que sólo pueden recomponer los creativos.
Sabe que no es necesario el uso de calificativos, porque el mismo nombre es a la vez sustantivo y adjetivo, y un verbo la escala en modo activo, la repta y la envuelve en un halo de misterio que posibilite los imposibles.
Amélie sabe que su acción es siempre una reacción, que no está acostumbrada a las negaciones, que se rodea de alegaciones a culpas ya exculpadas, que se inculpa otra vez, por delitos en contra de tanto contraatacar.
Sabe que crea para construir, y después lo destruye para volver a crear mejor, sin darse cuenta de que hay cosas que no mejoran con los años, porque no son vino, y se van, sin más, porque algún día se cansaron de tanto tango, tanto flamenco, tanto rock, esperando un vals que jamás llegó.
Amélie se asombra de la sombra del ciprés alargada, atraviesa el túnel, invade el otro sentido y la sensibilidad del orgullo y del prejuicio, la libra del mal, la salva del mar, ahora, y en las horas, es tu deber y salvación.