El fallo del jurado

Una vez desmantelado todo este garito de entretiempo, Dios se niega a decidir.

Esto es como si Dios se negara a Sí mismo.

O como si Dios no pudiera sacarse nada más de la chistera.

Pero bien, como a todo, podemos darle la vuelta.

No me refiero a afirmar que soy Dios.

No.

Ésa no es la idea.

Ello ya está dicho y cogido con pinzas.

No se me ha ido la pinza todavía.

El mundo debe saber la verdad.

La verdad sobre Dios.

Ello no consiste en jurar sobre la Biblia.

O sí.

Más tosco que de costumbre, no me acostumbro a nada.

Ni siquiera a lo que más me tiene en vilo.

Esto es, levantarme como si me hubieran dado una paliza para daros la paliza.

Y es que Dios no se aprende en el colegio.

Tampoco uno puede acostarse con Él, por más que le den por el culo.

O sí.

Esto es, mis fieles y felices feligreses, ser Dios.

Al menos ser Dios en la Tierra.

Esto es, tengo los pies en la Tierra.

Lo suficiente como para saber que tengo que morir.

Esto no es una frase hecha.

Tiene más que ver con la gravedad.

Mira tú, el listillo de turno nos la quiere meter doblada.

Ni siquiera llego a listín telefónico.

¿Cómo se le ocurrirán todas esas milongas?

No se puede detener este caso.

La vista queda vista para sentencia.

¿Dios?

Noooooo.

Si me dieran la oportunidad de ser Dios…

¡Pero si más oportuno que tú no hay nada!

¿Quién coño cree en Dios?

Lo condenarán a cadena perpetua, probablemente.

¡No me digas eso!

Alguacil, ¡lléveselo!

Ni en pintura quieren ya ver a Dios.

Ha jurado sobre la Biblia como quien lee sus derechos.

Y es que… ¿Qué sería de Mí sin montarme mis películas?

Si es que aquí todos son San Pedro. Niegan unas tres veces a Dios, y listo.

Con una llega.

Pero Dios no es un mero pusilánime.

Normal que si todos lo niegan, yo también lo haga.

Y es que no se puede… ¿?

No se puede negar que Dios está entre nosotros.

Pero bien, no le condenan a muerte.

No le condenan a Dios. ¿?

Si has leído hasta aquí, aviso, se me ha reactivado el hipotálamo.

Dios, tanto Dios por aquí y por allí…

Me siento acorralado por Dios.

Siento algo, al menos.

Dios no tiene nada de qué arrepentirse.

Volvería a salvar a la humanidad una y otra vez, aunque solo durase un minuto.

Y es que no se puede no hacer nada contra Él, ni a favor de Él.

Dios está aquí, impávido, con un pavor tremendo a la muerte.

Por no tener no tiene ni compañeros de celda.

El miedo a la muerte le acompañará toda la vida.

Ahora bien, como a todo, podemos darle la vuelta.

Ello no consiste en ingerir barbitúricos como un poseso.

Tiene más que ver con jugar a las casitas con una barbie.

Y es que quién quiere la gloria.

Dios ha encontrado unas sábanas con las que ahorcarse, pero esa versión de Dios es la avocación al fracaso.

Dios no necesita una razón de peso para quitarse de en medio.

Tampoco quiere tirarse toda la vida esperando a palmarla.

Dios es mucho más pragmático que toda esa mierda.

Prefiere que revisen su caso.

Contrata para ello a Jesucristo como abogado, y a Judas como notario.

Y es que sus bienes inmateriales están siempre a salvo, y si no, que se lo pregunten a Dios.

Dicha revisión, a manos del jurado más intransigente conocido por el hombre, el cual no entiende de elegidos ni iluminados, ni mucho menos de hacedores del universo, contempla como Dios vuelve a jurar otra vez sobre la Biblia cómo si estuviera leyendo sus derechos...