El garche

el garche se desarrollaba, se extendìa, en los màs fabulosos y sucios hoteles de mala muerte:
como si eso fuera algo encantador y no mera estupidez ociosa: no obstante, tomados de la
mano, concurrìamos a esos espacios frìamente fantàsticos, en los cuales se desplegaban
las màs obscenas escenas de amor cuyos protagonistas solìamos ser nosotros
mismos enfrascados en hacer nuestra propia pelìcula imaginaria cuyos ritos sucedìan asì:

nos amordazàbamos a la cama, maniatados por las mismas sàbanas blancas, la familia
entera, padres e hijos, todos amordazados no se podìan mover, estaban inmovilizados, no
por ladrones sino por nuestras propias fantasìas sexuales, sensuales, masturbacionales
acaso: despuès sì pero para què continuar ahondando en estas calientes materias, materiales
: esto sucediò hace mucho, hace tanto tiempo que ya no recuerdo absolutamente nada salvo

el sonido de un aroma, una cierta atmòsfera, ambiente si se quiere, podemos llamarlo asì:
clima o clìmax con quien yo llamaba la mujer imposible de fecundar, solo un gigante podrìa
fecundarla, arlt dixit en alguna parte de su novela màs famosa y màs triste o secreta:

despuès volvìamos a salir tomados de la mano, caminando por las nocturnas calles, rumbo
a quien sabe donde: extraño a esa extraña dama melodramàtica y novelesca cuya
biblioteca era extensa y abarcaba varios anaqueles de su habitaciòn en villa urquiza
en la calle sucre màs exactamente, todos generales, asì solìan ser nuestros amores sexuales, sensuales, perdidos, olvidados para siempre